Las escasas fotografías de Nicolás Avellaneda

Carlos Páez de la Torre (h)
Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, Argentina

Las escasas fotografías de Nicolás Avellaneda

Investigaciones y Ensayos, vol. 64, 2017

Academia Nacional de la Historia de la República Argentina

Recepción: 30 Mayo 2017

Aprobación: 05 Junio 2017

Resumen: Se conocen muy pocas fotografías del presidente Nicolás Avellaneda. Los registros lo muestran siempre solo y, curiosamente, no parecen existir imágenes suyas tomadas con ocasión de actos públicos, a pesar de que presidió muchos y muy importantes. Es posible que la costumbre de posar en soledad para los fotógrafos, se debía a su escasa estatura, que lo inclinaba a evitar las comparaciones.

Palabras clave: Avellaneda – Fotografía – Iconografía - Estatura.

Abstract: Se conocen muy pocas fotografías del presidente Nicolás Avellaneda. Los registros de lo que se trata siempre solo y, curiosamente, no parecen existir imágenes suyas tomadas con ocasión de actos públicos, un pesar de que presidió muchos y muy importantes. Es posible que la costumbre de posar y soledad para los fotógrafos, es decir, a la suavidad de la estatura, que lo inclina a evitar las comparaciones.

Keywords: Avellaneda - Photography - Iconography - Height.

Algo que siempre me ha llamado la atención, es la escasez de retratos fotográficos de Nicolás Avellaneda (1836-1885). Contrasta con la abundancia de registros de gran cantidad de sus contemporáneos, en especial Domingo Faustino Sarmiento. De más está recordar que la fotografía había llegado al país en 1843, y que en la época de Avellaneda tenía ya gran difusión.

Además, nunca he podido encontrar –a pesar de empeñosas búsquedas– fotografía alguna donde Avellaneda aparezca junto a otra persona. Siempre está solo. No hay registro conocido de un acto público en el que aparezca con gente a su alrededor. Me atrevo a conjeturar que el Presidente tucumano no quería que su baja estatura (que buscaba paliar utilizando zapatos con altos tacones) quedara subrayada por la comparación.

Por otro lado, no se ignora que las fotos (sean antiguas o modernas) tienen por lo general el problema de que no están fechadas. Entonces, hay que conjeturar la fecha aproximada en que se las tomó, acudiendo a otras fuentes o a algunos de sus detalles.

Con estas salvedades, expongo las fotografías directas que he podido encontrar, más un dibujo que me parece ilustrativo por la razón que explicaré.

¿Cómo era, físicamente, el estadista tucumano? En 1871, Paul Groussac se entrevistó con Avellaneda. En Los que pasaban, dejaría el más completo retrato físico del entonces ministro. Decía que, a sus 33 años, la baja estatura y endeblez física de Avellaneda:

Eran proverbiales entre estos porteños que, por lo regular, blasonan de gentil apostura y gallardía: de ahí los motes populares de “chingolo”, “taquito”, etcétera, con que sus mismos amigos, y sin intención denigrante, le designaban […] todo lo que él aparentaba de cansancio o falta de vigor en su delgada persona y andar inseguro (casi de puntillas por lo exagerado de los tacones) lo compensaba la vivaz y expresiva fisonomía, embellecida, a pesar de la cetrina palidez criolla y la profusa barba de corte asirio (más tarde felizmente cercenada) por la noble frente pensadora, que ensanchaba un principio de calvicie, raleando la negra y ensortijada cabellera; sobre todo, por el brillo y extraordinaria agudez de la mirada que irradiaban aquellos ojos tucumanos, como relámpagos rajando la nube oscura.

Sobre la voz de Avellaneda, dice Groussac que “de timbre un tanto agudo en la conversación, no carecía, al esforzarse, de alcance y vibración oratoria”. Hablaba de un modo “notablemente preciso y fácil”, que “expresaba el pensamiento con propiedad y eficacia perfecta”, aunque algo la deslucía, “una pronunciación cadenciosa”. Apunta también que tenía un cloqueo, un “¿uh?” al fin de la frase.

Comienzo con la que, a mi modo de ver, es la fotografía más antigua de Nicolás Avellaneda (foto 1). Data de sus años universitarios, o muy poco después. Todavía no tiene la gran barba y el rostro es juvenil. Lleva esos pantalones acampanados en la base, que eran moda en la década de 1850. Es su única imagen con sombrero. Viste una levita ribeteada con un vivo de seda, detalle que por lo general conservará en sus chaquetas.


Foto 1

Según el historiador Efraín U. Bischoff, un par de fotografías le fueron tomadas en Córdoba en 1873, cuando viajó a esa ciudad para animar la campaña presidencial. Son dos, captadas por el fotógrafo E. C. Corrége, en la misma sesión de pose.

En una aparece con la mano izquierda dentro de la levita (foto 2). En la otra, de mucho mejor foco (foto 3) deja caer la izquierda al costado, mientras la derecha sigue apoyada en el respaldo del sillón. Está bastante delgado y hasta parece alto. Tiene una mirada despierta y algo inquisitiva. Viste levita negra y pantalón claro con vivos en la costura lateral. El cuello se ajusta apenas con un moño. Sus escasos retratos muestran que nunca usó cuello duro (salvo en el frac), ni corbata, ni plastrón.


Foto 2


Foto 3

En otra fotografía, que puede datarse un tiempo después de las que describimos (foto 4), Avellaneda tiene el rostro algo más lleno. Lleva el moño de siempre y la levita con un vivo de seda. Es una imagen de la que fluye tranquilidad, como si estuviera seguro de la victoria electoral.


Foto 4

Para mí, el mejor retrato fotográfico (foto 5) es el que lo muestra de medio cuerpo en la plenitud de su vida, cuando empezaba su veloz carrera política hacia la cumbre del poder.


Foto 5

Avellaneda asumió la primera magistratura el 12 de octubre de 1874. No conozco fotos suyas con la banda presidencial.

Pero hay un par de imágenes de estudio que, casi con seguridad, son de esa época. En una (foto 6) aparece llevando un bastón en el que no se apoya. Tiene desabrochados los primeros botones de la levita, que parece un tanto holgada, y mira a la cámara con una mezcla de firmeza y de preocupación.


Foto 6

En la otra (foto 7), tomada en la misma ocasión –como lo revela el atrezzo del estudio– ha dejado el bastón y aferra un libro. Es para mí una de las más sugestivas imágenes de Avellaneda. El rostro tiene un extraño aire de melancolía. Los ojos parecen estar mirando sin ver: como si pensara en otra cosa y rogara interiormente al fotógrafo que termine su tarea de una vez. Leopoldo Díaz testimonia que “una expresión de dolor contenido daba a su semblante sello característico, y esparcía sobre su frente una como ligera sombra”.


Foto 7

Los caricaturistas de los periódicos de la época, sobre todo de El Mosquito y Don Quijote, se hicieron una fiesta de varios años con Nicolás Avellaneda. La gran barba, la baja estatura, los altos tacones, fueron satirizados hasta el cansancio.

Pero alguna vez, la caricatura fue solo del cuerpo y no del rostro. Eso otorga notorio valor iconográfico al dibujo de Henri Stein (foto 8), en el álbum de El Mosquito para 1879. No solo es la única imagen de perfil que conocemos de Avellaneda, ejecutada en su época, sino que el dibujante la trabajó con especial cuidado.


Foto 8

Muy difundida, hay una imagen tomada muy de cerca (foto 9) que, en los ojos cansados, creo traduce la fatiga que abatía al presidente Avellaneda, sumada al avance de la enfermedad renal crónica, en los últimos años de su gestión.


Foto 9

Poco después de dejar la presidencia, Avellaneda abandonó esa ancha y tupida barba “de corte asirio”, como decía Groussac. Siguió usando el pelo bastante largo (que cada vez raleaba más en la frente), pero el gran apéndice piloso fue recortado y reducido a una larga pera (foto 10). Igual se lo ve en el grabado que ilustra el primer tomo de sus póstumos Escritos y discursos; o en el retrato que se estampó en 1884 en los billetes de banco; o en el medallón del mausoleo que diseñó para sus restos el escultor Felix-Jules Coutan.


Foto 10

Mariano Escalada recuerda que uno de los hábitos de Avellaneda era pasarse la mano por sus mejillas. Él lo veía atravesar la Plaza de la Victoria “con su paso diminuto y sostenido por sus altos taquitos”. Caminaba, agrega Escalada, “con visible esfuerzo, pero su aire era noble y mesurado”. Según Celestino Pera, “marchaba lentamente, mirando al suelo y peinando suavemente, entre el pulgar y el índice, la pera ensortijada”. Cuenta Leopoldo Díaz que, al hablar, “imprimía a su busto un balanceo que le era característico”.

Realizó una última visita a la provincia natal, en junio de 1885, tratando inútilmente de buscar alivio a su irreversible enfermedad. Experimentó en Tucumán algo de alivio y pasó a Rosario de la Frontera, donde pronto se vio que la mejoría era momentánea.

Entusiasmado, días antes había enviado una fotografía (foto 11) a la esposa del ex gobernador Tiburcio Padilla, médico que lo atendía. En el reverso, se lee: “A la señora Clemencia F. de Padilla. Tucumán, agosto 20/1885. Después de haberme vuelto a la salud por los cuidados de su marido”. Creo que esa es, sin duda, la última fotografía de Nicolás Avellaneda.


Foto 11

Como se sabe, falleció al regreso de un inútil viaje de curación a Europa, tres meses más tarde, el 25 de noviembre de 1885.

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