Gerónimo Espejo y Bartolomé Mitre y su diálogo sobre San Martín y el Ejército de los Andes. Aportes a la historiografía argentina

Adriana Micale
Universidad de Congreso, Argentina

Gerónimo Espejo y Bartolomé Mitre y su diálogo sobre San Martín y el Ejército de los Andes. Aportes a la historiografía argentina

Investigaciones y Ensayos, vol. 64, 2017

Academia Nacional de la Historia de la República Argentina

Recepción: 03 Mayo 2017

Aprobación: 31 Mayo 2017

Resumen: A doscientos años del Cruce de los Andes protagonizado por San Martín y sus bravos soldados y oficiales, la figura de Gerónimo Espejo, autor de El Paso de los Andes. Crónica Histórica de las Operaciones del Ejército de los Andes para la restauración de Chile en 1817, resurge y cobra vitalidad. Cronista, político, constitucionalista, autor de numerosos trabajos históricos y militares, minero, entre otras de las actividades y oficios que desempeñó, sus aportes a la historiografía argentina son fundamentales para entender el proceso revolucionario e independentista que se dio en América Latina en las primeras décadas del siglo XIX. También para poder reconstruir cómo fue la gran epopeya americana. La afinidad intelectual que entabló con Bartolomé Mitre, padre de la Escuela Erudita, que se cimentó a lo largo de los años a partir de una fluida correspondencia y una franca amistad, les permitió a ambos mantener un diálogo historiográfico fecundo. El hallazgo en diferentes repositorios del país de fuentes documentales inéditas sobre el Libertador y su hazaña, nos permite observar y analizar aspectos ignorados del héroe revolucionario, como así también de la relación con el historiador sanmartiniano.

Palabras clave: Revolución – independencia – historiografía – aportes.

Abstract: Two hundred years of the Cross of the Andes “Cruce de los Andes” realized by San Martin and his brave soldiers and officers, the figure of Gerónimo Espejo, author of El Paso de los Andes. Historical Chronicle of the Operations of the Army of the Andes for the restoration of Chile in 1817, resurges and receives vitality. Chronicler, politician, constitutionalist, author of numerous historical and military works, mining, among other activities and trades he carried out, his contributions to Argentine historiography are fundamental to understand the revolutionary and independence process that occurred in Latin America in the first decades of the nineteenth century. Also to be able to reconstruct how was the great American epic. His intellectual affinity with Bartolomé Mitre, the father of the Escuela Erudita, which was cemented over the years from a fluid correspondence and generous friendship, allowed them both to maintain a fruitful historiographical dialogue. The discovery in different repositories of the country of documentary sources unpublished on the Liberator and his feat, allows us to observe and analyze unknown aspects of the revolutionary hero, as well as the relationship with the sanmartinian historian.

Keywords: Revolution – independence – historiography – contributions.

Actor y testigo privilegiado de las luchas independentistas en Hispanoamérica junto a San Martín, cronista expedicionario devenido en historiador; militar, político, constitucionalista, minero y autor de numerosos libros, textos y artículos sobre historia argentina, Gerónimo Espejo es la síntesis de un espíritu ilustrado en la Argentina del siglo XIX. También de la evolución de ese espíritu hacia la modernidad. Su especial relación con Bartolomé Mitre, padre de la Escuela Erudita, que se cimentó a lo largo de varias décadas a través de una correspondencia intelectual y una gran amistad, lo convierten en un hombre singular por sus aportes a la historiografía argentina. El mendocino colaboró con documentos, libros y recuerdos sobre el proceso revolucionario, al tiempo que brindó su apoyo a la organización del país y a la construcción de su nacionalidad.

Como escritor y testigo de la gesta sanmartiniana, a Espejo se lo suele recordar por El Paso de los Andes. Crónica histórica de las operaciones del ejército de los Andes para la restauración de Chile en 1817, que fue editado en 1882. Este año 2017 se celebra el Bicentenario del Cruce de los Andes por parte del general San Martín y sus más de 5000 soldados y oficiales, y esta obra cobra relevancia por haber sido la primera que describió “desde el punto de arranque” el traspaso cordillerano con detalle y valiosa información hasta lograr la libertad del vecino país chileno. Por su parte a Mitre, si bien se lo recuerda no solo por su Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, entre la vasta producción literaria que desarrolló, su figura también es recordada por la configuración del panteón nacional, en donde San Martín ocupó uno de los sitiales de honor en la historia argentina y en el concierto libertario sudamericano. Editados los tres volúmenes de la citada obra en 1887, 1888 y 1890, la biografía de Mitre sobre el Padre de la Patria reúne información fundamental que le fue brindada por Espejo.

Teniendo en cuenta el hallazgo de fuentes inéditas existentes en diferentes repositorios del país y de Mendoza, como son: las testamentarías de Espejo y de su sobrina y mujer, Carolina Espejo de Espejo, existentes en el Archivo General de la Nación; la correspondencia Mitre-Espejo y Espejo-Mitre, atesorada en el Museo Mitre; y diversos documentos existentes en el Archivo General de Mendoza y en el de Arzobispado de esta provincia, nos permitimos en el presente trabajo hacer una revisión del campo heurístico para dar a conocer aspectos ignorados del héroe revolucionario, como así también de su relación con el historiador sanmartiniano.

Espejo y Mitre

A los pocos días de nacido Bartolomé Mitre en Buenos Aires, el 26 de junio de 1821, Espejo, un joven militar de 20 años en ese momento, residente en el Perú por estar acompañando a San Martín en su campaña libertadora, emprendía una tarea de riesgo encomendada por el Libertador. El soldado había nacido en Mendoza el 30 de setiembre de 1801 [1] y desde 1816 estaba cerca del general realizando diversas misiones [2]. Entre ellas, ser el escribiente del “Diario de Operaciones del Ejército” y del “Libro de Anales del Estado Mayor”. También, el colaborador de la confección de los estados mensuales de los cuerpos que conformaron el Ejército Expedicionario del Perú. Se conoce que aumentó de modo “combinado, prudente y verosímil” esta información, de modo tal que cuando llegaron a la corte de Lima, los hábiles e intrépidos agentes patriotas lograron desorientar al virrey Joaquín de la Pezuela (1816-1821). San Martín lo sumó a esta secreta operación sabiendo de su capacidad con la escritura [3].

A principios de julio de 1821, en plena noche y ya tomada por los patriotas la ciudad de Lima, Espejo entró en la capital como parlamentario del Ejército Libertador trasladando unos pliegos secretos de parte de San Martín para el marqués de Montemira, máxima autoridad política y militar a cargo de las fuerzas. El sucesor de Pezuela, el virrey José de la Serna (1821-1824) y su Ejército Real, habían abandonado la ciudad apenas asumido trasladando el gobierno al Cuzco. El mendocino cumplió con el cometido y, a los pocos días, fue testigo de la entrada del General a Lima, presenciando el 15 de julio la firma del acta de la Independencia en el Cabildo peruano. Habiendo cumplido estas actividades, recibió al año siguiente el encargo de trasladar 25.000 pesos fuertes con destino al ministro plenipotenciario del Perú en Guayaquil, mariscal de campo Francisco Zalazar y Baquijano, para que se carenaran las fragatas “Prueba” y “Venganza”, y la corbeta “Alejandro”, tomadas por los patriotas a la escuadra española tras la capitulación de Guayaquil. Después de esta última misión, el joven soldado permaneció unos meses en la ciudad –entre febrero y julio de 1822– acompañando al general San Martín en momentos de realizarse la famosa entrevista con Bolívar. Con minucioso detalle, Espejo reunió por escrito todo lo que vio y guardó la documentación específica que pasó por sus manos. Fue testigo indirecto de esa reunión entre los dos líderes, redactando cincuenta años después, con la ayuda de papeles atesorados y bibliografía del Perú, una crónica histórica de ese encuentro [4]. Como precoz integrante del ejército independentista cumplió responsablemente con todo lo ordenado por San Martín. Incluso con ese especial mandato que su superior le estableció en un despacho: “Le autorizo por el presente, para que pueda recordar con orgullo a cuántos participen los beneficios de la Independencia, que tuvo la gloria de ser del Ejército Libertador” [5]. En el exilio el Libertador y distanciado de los sucesos revolucionarios, Espejo sobrevivió en el tiempo a la mayoría de los guerreros de la gesta revolucionaria. Esto lo convirtió en una fuente de consulta indispensable para todos aquellos que lo abordaron en virtud de querer reconstruir y comprender la revolución, la guerra y la ruptura con el Imperio español.

La diferencia de edad entre Espejo y Mitre no impidió que años después estos hombres se encontraran en Buenos Aires y entablaran una duradera y fecunda amistad. El exilio que ambos argentinos padecieron durante el rosismo, que los llevó a vivir en diferentes geografías sudamericanas, algunas de ellas coincidentes, como Bolivia y Perú, hizo que a mediados de la década del 50 se encontraran en el Río de la Plata. Volvieron al país luego de Caseros, haciéndose eco de la declaratoria de amnistía que promulgó Urquiza. Esta decisión permitió que todos los argentinos, que por causas políticas hubieran sido expulsados del país, pudieran regresar. Espejo lo hizo el 29 de enero de 1853 vía Chile. Llegó a una Mendoza gobernada por Pedro Pascual Segura, un político federal urquicista que brindó su apoyo a la reunión del Congreso General Constituyente en Santa Fe, que dictó la Constitución Nacional. Los doctores Martín Zapata y Agustín Delgado fueron los elegidos para representar a la provincia y Espejo fue designado senador suplente para asistir al Congreso Legislativo de la Confederación Argentina, que se reunió en Paraná luego del dictado de nuestra Suprema Ley Fundamental. Seghesso de López Aragón apunta que Espejo, a sus 53 años, llegó al Parlamento Nacional mediante una representatividad ganada por méritos personales, y que en él tuvo una actuación destacada presentando numerosos proyectos. Entre ellos, uno sobre minas de carbón, piedra, hulla o antracita; otro vinculado a hacienda y crédito; y la aprobación de un contrato entre el presidente de la Confederación Argentina y el ingeniero norteamericano Allan Campbell para estudiar la instalación de una línea férrea de Rosario a Córdoba. Entre 1854 y 1855 desempeñó una labor significativa, asistiendo al 91% de las sesiones [6].

Antes de viajar al Norte y convertirse en un hombre público, el patriota alternó su vida en Mendoza entre la política y la minería. Durante el destierro, en Cerro de Pasco, considerada “la capital minera del Perú” por su riqueza en plata, el mendocino había aprendido el oficio. Incluso había escrito un minucioso instructivo que tituló: “Reglamento e instrucciones que han de observar cada uno de los empleados en los trabajos interiores y exteriores de la mina de Santa Rosa y demás que trabajan por esa boca”, que se halla aún inédito [7]. En Mendoza se asoció con José Correas y Antonio José Álvarez, este último hijo del ex director supremo interino José Ignacio Álvarez Thomas, con quienes investigaron una veta de cobre en la mina Sud California, en Paramillo, en las inmediaciones de Uspallata [8]. Sobre su oficio de minero en Cuyo, llevado adelante en plena efervescencia política, les escribió a sus antiguos jefes unitarios de las luchas civiles, José María Paz y Gregorio Aráoz de Lamadrid, contándoles que si la situación política del país no se calmaba, el trabajo de minero iba a ser una buena posibilidad y refugio para su vejez [9]. El comentario tuvo que ver con el rechazo de Buenos Aires al Acuerdo de San Nicolás, texto que consensuaba la reunión de un congreso para promulgar la deseada constitución.

Hombre de acción, pero fundamentalmente de letras, el mendocino se permitió también redactar un proyecto constitucional para Mendoza, a partir del que había hecho Alberdi para la provincia [10]. Para la faceta poco conocida de Espejo como constitucionalista, Seghesso de López Aragón aporta que su conocimiento se había profundizado durante su exilio como agudo observador de los debates en los Congresos de Bolivia y Perú, cuando su exilio. También, porque había comparado las constituciones argentinas del 1819, 1826, 1853, sumadas a las de varias repúblicas americanas y europeas [11].

Mitre, por su parte, puso fin a su ostracismo en Montevideo regresando al país a fines de 1852. Lo hizo ni bien ocurrida la revolución del 11 de septiembre que determinó la ruptura de Buenos Aires y su separación de la Confederación Argentina bajo el liderazgo de Urquiza. El general porteño volvió del destierro trayendo consigo una carrera y experiencia militar, más un desarrollado ejercicio literario de obras y artículos periodísticos publicados. Apenas instalado en el Plata se puso al frente de la Guardia Nacional de Infantería, considerada en ese momento la fuerza porteña capaz de enfrentar al entrerriano, y se reincorporó como diputado a la Legislatura de Buenos Aires. Su fuerza se orientó a trabajar para lograr la unidad nacional con la fuerte presencia de Buenos Aires y sin la tutela de Urquiza. De Marco refiere cómo en “aquellos días, el coronel trocaba su uniforme militar por el frac negro de diputado, para intervenir en las sesiones de la Legislatura sin dejar de remitir sus colaboraciones al periódico El Nacional” [12]. El mismo autor agrega cómo alternó este mundo con su preocupación y difusión por el estudio de la historia, que se materializó en 1854 con la fundación del Instituto Histórico-Geográfico del Río de la Plata [13].

La escritura del pasado

Es sabido el interés documentalista que desarrolló Mitre para escribir la historia argentina. Incluso las polémicas que mantuvo al respecto, como la que protagonizó con Vicente Fidel López. Recordemos que este lo llamó “archivista”, luego de que Mitre sostuviera que a López había que tomarlo con cautela porque escribía la historia sin documentos [14]. El debate, como bien apuntó Miguel Ángel Scenna, inclinó la balanza hacia Mitre dándole un espaldarazo a la Escuela Erudita.

Las necesidades heurísticas del joven historiador lo llevaron a traspasar fronteras geográficas y a relacionarse con individuos e instituciones a quienes les requirió información oficial, libros y documentos, entre otros. Así como mantuvo un intercambio epistolar intelectual y bibliográfico con Andrés Lamas en Uruguay, que lo abasteció de obras relacionadas con la historia brasileña; con Diego Barros Arana en Chile, con quien intercambió conocimientos, diversos volúmenes y documentos del país trasandino y de otros de América Latina; y en el mismo país con Benjamín Vicuña Mackenna, con quien se carteó por el libro El Ostracismo de los Carreras; con Gerónimo Espejo, instalado y viviendo en la misma Buenos Aires, mantuvo una amistad personal y una confraternidad epistolar histórica significativas [15]. El vínculo inicial entre Espejo y Mitre debió surgir a raíz de ser ambos militares y políticos, liberales antirrosistas y de filiación unitaria, y haber sufrido el destierro. También ser hombres comprometidos con la reconstrucción histórica del país y tener a San Martín y la gran epopeya americana como lazos primordiales de unión.

El 18 de diciembre de 1887 Mitre dio a conocer la primera edición de la Historia de San Martín y de la emancipación Sud-Americana, impresa por La Nación. Al momento de esta publicación, Gerónimo Espejo tenía 86 años y una memoria clara. Era metódico en el trabajo y en su escritura, y contaba con una biblioteca importante en libros, diccionarios, folletos, álbumes, ordenanzas militares, gacetas y cajones con legajos, documentos y anotaciones personales [16]. Hallada recientemente esta librería en la testamentaría de quien fuera su esposa, este repositorio muestra a un hombre ilustrado sin ser universitario. A pesar de conocerse solo algunos de los títulos de sus más de 300 volúmenes y más de 200 folletos, Espejo muestra un tono ecléctico en sus preferencias literarias y cierta inclinación por la bibliografía americanista sobre historia. En este ambiente, rodeado además de retratos de algunos de los guerreros de la Independencia y de un ladrillo como resto material de lo que fuera la casa de San Martín en Yapeyú, produjo la mayoría de sus trabajos históricos. Entre ellos, El Paso de los Andes, cuyo manuscrito entregó en 1882 al editor y amigo Carlos Casavalle para que lo publicara. De este obtuvo una tirada de 500 ejemplares, que circularon dentro y fuera del país [17]. Espejo vivió de su sueldo como general de División de los Ejércitos de la República y de la venta de algunos de sus trabajos más importantes. Para esta fecha, ya había publicado innumerables textos monográficos, memorias sobre las campañas militares de la independencia, reflexiones y diversos apuntes históricos sobre San Martín, Bolívar, Monteagudo, Pringles y Arenales, entre otros. También obraban sus colaboraciones en revistas como las de Buenos Aires y Paraná, mostrando una formación sólida sobre el proceso revolucionario hispanoamericano. Su relato descriptivo no ofrece juicios pero sí revela conciencia histórica, transformándolo en un referente sobre este momento de la historia en su tiempo [18].

La importancia de El Paso de los Andes es significativa porque proviene de un actor y testigo directo del cruce de los Andes, y de un cronista que, aunque autodidacta, se fue convirtiendo en un destacado escritor militar. Es conocida la anécdota por la cual San Martín, conocedor de las crónicas que estaba llevando Espejo cuando las luchas independentistas, lo mandó a llamar para pedirle explicaciones sobre lo que estaba escribiendo. Luego de escuchar el relato del joven escribiente, el General siguió llamándolo de vez en cuando para quitarle o añadirle detalles de lo escrito [19]. El cronista oficial, en el cenit de su existencia, apeló a sus recuerdos, usó documentos y consultó a historiadores chilenos, peruanos y argentinos, entre otros. También la prensa de la época. El Paso de los Andes fue, sin lugar a dudas, su mayor esfuerzo intelectual como escritor y su mayor aporte a la historiografía argentina. Lo escribió movido por una necesidad interior –como confesó– con vistas a tratar de enmendar algunos errores historiográficos:

Que no quedasen en la oscuridad tantos detalles y minuciosidades como siempre acompañan a los grandes sucesos, tan dignos como ignorados, por otra parte, de nuestros compatriotas; y lo que era aún más, verme en el último tercio de la vida, y que descendiendo al sepulcro se sepultarían conmigo tantas incidencias que nadie ha escrito, cuando los más prolijos estudiosos son impotentes para imaginárselas desde que sólo existen en la cabeza de los testigos presenciales [20].

Tal vez “los más prolijos estudiosos” fueron Diego Barros Arana con su Historia General de Chile; Benjamín Vicuña Mackenna, que había escrito en 1863 la segunda biografía sobre San Martín, después de la del colombiano Juan García del Río en Inglaterra. También pudo ser Vicente Fidel López, quien ya había publicado su Historia de la República Argentina, o el propio Mitre, que venía dictando conferencias y publicando notas sobre el Libertador. Consta que cuando Mitre estuvo preparando su Historia de San Martín, visitó lugares sanmartinianos en Mendoza, San Juan y Chile. Locaciones como el campo histórico del Plumerillo, los pasos de los Patos y Uspallata y el campo de batalla de Chacabuco, entre otros, fueron relevados por el historiador minuciosamente. Lo mismo el archivo de Mendoza, en donde pasó varias jornadas tomando nota sobre los documentos de la época. De Marco describe al biógrafo de San Martín, visitando estos sitios y haciendo entrevistas verbales con algunos soldados de la guerra que aún vivían [21]. La obra de Espejo debió ser como una bitácora para el historiador porteño, conocedor de que en ella estaba el cruce de los Andes narrado minuciosamente. Se tiene constancia además, de que Mitre hizo con Espejo historia oral visitándolo en su propio domicilio [22]. Producto de uno de estos encuentros, el anciano general se permitió acercarle información sobre puntos de interés y otros de color:

Señor General D. Bartolomé Mitre

Mi distinguido Señor. Después de la última ocasión que me hizo el honor de venir a esta su casa, he hecho reminiscencia de algunas pequeñeces respecto de la vida del Gral. San Martín, que me preparaba a referírselas de viva voz por si les encontrara colocación en la vida de nuestro héroe: más como quizá sus ocupaciones no le han dado tiempo para volver como me ofreció, me permito consignarlas por escrito, por si le fueren de alguna utilidad:

1° Me consta que el Gral. San Martín hizo que Beltrán incrustase un número de onzas de oro en las tablas del catricofre, que aunque hayan sacado el oro quizá queden algunas señales.

2° Antes de la batalla de Maypo se dio al Ejército, por la orden general, una seña y contraseña para conocerse unas y otras en los casos imprevistos –la seña fue Chile– y la respuesta –siete–. En la suposición de que el 7 se daría la batalla.

3° El parlamentario Álvarez Condarco fue a Chile muy pocos días antes de empezarse la campaña. La ida fue por el camino de los Patos, y la vuelta fue por Uspallata. El pretexto fue la remisión de la Acta de la Independencia. ¿Sospecharía Marcó el verdadero objeto del parlamentario?

4° Muchas veces he meditado qué motivo tendría San Martín para ir a la mira de la división O´Higgins el día de la batalla de Chacabuco, y no con el cuerpo principal del Ejército, que fue el que mandaba el Gral. Soler. Si sospecharía algo ó le correspondería algunas palabras de las que reveló después en su carta al Señor Egaña.

Esto es lo que me ha ocurrido ahora. Con sentimientos del más distinguido aprecio tengo el honor de suscribirme de U. muy atento Señor. Gerónimo Espejo [23].

El aporte hecho sobre la misión Álvarez Condarco es significativo porque revela aspectos de la Guerra de Zapa que llevó adelante San Martín desde Mendoza, sobre los realistas, temas que después desarrolló Mitre en su obra. Es conocido que este objetivo se cumplió tal como el Libertador lo previó y que Marcó del Pont nunca descubrió que el enviado, un ingeniero de gran memoria visual, hizo el recorrido planificado por el paso más largo y luego por el más corto. Dos trayectos que San Martín no había relevado. El enviado logró conformar un croquis mental que más tarde sirvió al mapeo informativo del ejército para transmontar la cordillera [24]. El punto 4° también es importante porque revela aspectos militares del cruce. Entre ellos, las dudas que han quedado respecto del rol que le cupo a O´Higgins en la batalla de Chacabuco, y la desinteligencia que este tuvo sobre lo acordado en la junta de guerra. Aunque es críptico lo narrado por Espejo, es sabido que Mitre reveló en su libro que la división del héroe chileno ordenó el avance de las tropas sin el concurso de Soler, con quien estaba enemistado, y que el propio San Martín “llegó a temer por la suerte de la división de O´Higgins, al verla imprudentemente comprometida contra sus órdenes” [25].

A fines de marzo de 1887, antes de que saliera el primer volumen de la Historia de San Martín de Mitre, enterado Espejo de que se iban a publicar en la prensa nuevos artículos sobre el Libertador, volvió a escribirle al joven historiador como venía haciendo con regularidad:

Mi apreciado General. Había pensado presentar a usted en persona algunos recuerdos que he hecho de la época de la independencia, pero habiendo leído en La Nación de hoy que el sábado y domingo leeremos otro capítulo de su trabajo histórico, me apresuro a remitírselos por si le fueran de alguna utilidad. Soy como siempre de U. su afectuoso servidor [26].

Espejo le redactó una Memoria de 8 puntos sin ilación de unos temas con otros, cediéndoselos caballerosamente para que los usara en los textos que Mitre estaba elaborando. En ella se pueden leer valiosos apuntes como:

7. En el conflicto originado por la sorpresa de Cancha Rayada y retirada a la Capital, el Gral. San Martín reunió una junta de guerra de los generales y jefes para decidir dos proyectos que asomaban, el uno, de sostener la capital a todo trance, y el otro, de retirar el ejército al Valle de Aconcagua para reforzarlo. Uno de los vocales de la junta opinó, que para mejor resolver sería oportuno oír al comandante del Parque, Beltrán. El Gral. lo mandó llamar, y al presentarse le dirigió la enigmática pregunta: “¿cómo estamos de municiones Sr. Comandante?” Y Beltrán respondió levantando el brazo: “hasta los techos Señor”. Esta respuesta fue la base de la Batalla de Maipo [27].

Mitre tomó este dato y anécdota y los usó casi textualmente en su Historia de San Martín sin hacer referencia que había sido aportado por Espejo [28]. Esto muestra cómo Espejo fue fuente de consulta permanente mientras el biógrafo escribió su obra. Incluso cuando estuvo preparando el segundo volumen que finalmente salió en 1888. En referencia a dudas que le consultó, el viejo patriota le refirió:

Señor General D. Bartolomé Mitre

Muy apreciado Sr. Gral. y amigo: Ayer recibí la estimable carta de Ud. Pero por un inconveniente no le respondí acto continuo. En el Ejército de los Andes conocí dos Señores de Apellido Soler, hermanos. El mayor, era el General D. Miguel Estanislao, que hizo la campaña de los Andes, se halló en la batalla de Chacabuco, y, en seguida, el Gobierno lo llamó a Buenos Aires. El segundo, D. Manuel José, era Capitán del Regimiento de Granaderos a caballo, y pasó de Buenos Aires a Mendoza, cuando el coronel Melián llevó el Regimiento para la formación del Ejército en 1816, según lo refiere la memoria de dicho Coronel que escribió D. Carlos Guido Spano y se publicó en la Revista del Paraná.

El capitán D. Manuel José Soler fue a la expedición Libertadora del Perú cuando yo y otros compañeros retornamos del Perú a Buenos Aires, en agosto de 1824 el Capitán Soler quedó allá donde falleció.

Con esta ocasión saluda a Ud. Con su estimación más distinguida su muy atento servidor y amigo. Gerónimo Espejo [29].

Es evidente que entre los libros de Espejo y Mitre, como entre ellos mismos, hubo un diálogo constante y fecundo producto del respeto y reconocimiento del segundo por el guerrero de la Independencia. También del mendocino por el biógrafo, conocedor de la importante empresa que estaba llevando adelante de historiar las luchas independentistas y los actores políticos y sociales que participaron en ella. De allí su interés y preocupación por querer que las vivencias guerreras fueran lo suficientemente cercanas a la realidad y útiles a la historiografía argentina.

Una fecunda amistad. La buena relación entre estos hombres alcanzó su corolario el 21 de junio de 1887, cuando el anciano general mendocino le escribió a Mitre:

Muy apreciado señor General. Habiendo el Gobierno concedido licencia para desposarme con mi sobrina Carolina, el Juez eclesiástico pide que señale los padrinos y el día en que haya de efectuarse la ceremonia; es por este motivo que me dirijo a Usted suplicándole que me haga el honor de ser mi padrino en ese acto; que por lo respectivo al día, el 16 del próximo Julio es el que me da tiempo para que mi hermano Juan venga de Mendoza, por si sus ocupaciones le ofrecieran algún impedimento.

Además de esto, como por carácter he sido opuesto a toda ostentación, me propongo que la ceremonia se verifique en casa a las dos de la tarde, para que sólo el sacerdote que lo autorice, los padrinos y los testigos la presencien, por cuanto por mi estado de salud el médico me ha permitido que a la oración me ponga en cama. No terminaré la presente sin rogarle U. su deferencia, repitiéndome como siempre su atento afectuoso servidor [30].

Espejo recibió el mismo día la respuesta de Mitre, aceptando este el honor de acompañarlo.

Señor General D. Gerónimo Espejo

Distinguido General y amigo. Me hace Usted un honor al elegirme como padrino en su casamiento. Acepto con agradecimiento y con los votos que siempre he hecho por su felicidad. Quiera Usted ponerme a testigo de la Señorita Carolina, mientras cumplo con el deber de presentar personalmente mis respetos [31].

La ceremonia matrimonial de Espejo con su sobrina Carolina Espejo, hija de su hermano Valentín Espejo y Rosa Ruiz, ambos fallecidos, se celebró el 16 de julio de ese año a las dos de la tarde. La novia era oriunda de Córdoba, soltera de 36 años. Es probable que viviera con su tío cuidándolo desde hacía tiempo. La unión se oficializó en la propia casa del patriota, ubicada en la calle Santa Fe 868. Mitre cumplió junto a Laurentina Ocampo de Alsina con el pedido formulado por el cónyuge amigo. Le obsequió a la novia un anillo de brillantes que posteriormente fue inventariado consignándoselo como una joya obsequiada por “don Bartolomé” [32]. Con Carolina, Espejo no tuvo descendencia, pero de acuerdo a lo manifestado en su testamento redactado poco tiempo antes de morir, consta que durante su exilio en el Perú tuvo dos hijos naturales. Uno en Lima y el otro en la ciudad de Trujillo, que “fallecieron en los primeros meses de su nacimiento” [33].

Al momento de su casamiento el viejo guerrero estaba enfermo. Esta situación debió llevarlo además a testar en abril de 1888, legándole todos los bienes a su sobrina y mujer. A fines de ese año, el gobierno de la Nación, en virtud de una ley que había dictado el Honorable Congreso con fecha del 27 de setiembre, le otorgó la escritura de una propiedad de 7500 hectáreas ubicadas en el partido de Biedma, en ese momento en territorio nacional de Río Negro. También una acción del Ferrocarril Central Argentino. Espejo murió de bronconeumonía el 18 de febrero de 1889. Su muerte se produjo un año antes de que saliera el último volumen de la Historia de San Martín de Mitre, debiendo haber alcanzado a sentir satisfacción por todos los aportes hechos al historiador y a la historiografía argentina.

El viejo guerrero, que peleó en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú, entre otras batallas; que recibió honores por todas las contiendas en las que se batió; que acompañó a San Martín, O´Higgins, Las Heras, Alvarado, Necochea, Sucre, Alvear, Lavalle, Paz y Lamadrid, entre otros; que conoció la anarquía social, la intolerancia ideológica y que participó de la construcción nacional, murió convencido de que todo hombre público debía dejar testimonio de su vida y su acción para las futuras generaciones. Antes de terminar su mandato como presidente, Mitre había promulgado una ley –fechada el 24 de setiembre de 1868–, por la cual lo había integrado en una lista con los Guerreros de la Independencia. Lo sobrevivió 17 años, convencido de que “en la confección de la historia patria […] somos simples obreros, que concurrimos a allegar los materiales del futuro edificio” [34].

Referencias

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Miguel Ángel Scenna, Los que escribieron nuestra historia, Buenos Aires, La Bastilla, 1976, pp. 80-90.

Sergio Martínez Baeza, “Bartolomé Mitre y Barros Arana”, en: Las Últimas Noticias, Diario, Santiago de Chile, junio, 18 de 1993.

Tomás Sansón Corbo, “El espacio historiográfico rioplatense y sus dinámicas (siglo XIX)”, en: Protohistoria, vol. 17, Rosario, enero/julio 2012.

Vicente O. Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930), Buenos Aires, Ed. Elche, 1969, t. 2, pp. 693-94.

Notas

[1] Gerónimo Espejo fue hijo de José Espejo y Micaela Mariño, ambos mendocinos, y el primogénito de la familia. Lo siguieron sus hermanos Valentín, José Gregorio, Manuel Bonifacio, Manuela Petronila, María del Tránsito, Francisco Lucas y Francisco Melitón. De estos se desconoce su trayectoria, excepto que los dos primeros sirvieron a la Patria, y que José Gregorio estuvo bajo las órdenes de Lavalle, muriendo decapitado en Metán en 1841, junto a Marco Avellaneda, el padre del presidente Nicolás Avellaneda. Gerónimo Espejo, en una carta de 1887, hace referencia a otro hermano de nombre Juan que no ha podido ser hallado en la genealogía de la familia. Documentos existentes en el archivo del Arzobispado de Mendoza dan cuenta de que los vástagos Espejo no fueron de origen noble como indican algunos biógrafos. En el acta de defunción del padre se consigna que era “indio”, palabra que fue escrita sobre otra que dice “mestizo” y que posteriormente se tachó. Ver: Vicente O. Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930), Buenos Aires, Ed. Elche, 1969, t. 2, pp. 693-94; Diego Abad de Santillán (comp.), Gran Enciclopedia Argentina, Buenos Aires, Ediar S.A. Editores, 1957, p. 218; Cap. de Fragata (R). Jacinto Yaben, Biografías Argentinas y Sudamericanas, t. 2, Ed. Metrópolis, Buenos Aires, pp. 442-447. Para el mestizaje de la familia ver: Luis César Caballero, Algunas genealogías de originarios en Mendoza. Archivo del Arzobispado de Mendoza. Cfr. Libro defunciones parroquia Matriz de Mendoza n° 10, años 1804-1820, folio 100.
[2] Espejo se alistó en el Ejército de los Andes el 1 de noviembre de 1816 como cadete en el Cuerpo de Ingenieros. Ascendió en la escala de mando hasta llegar a coronel efectivo en 1854. Participó en las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú, y en agosto de 1820 se embarcó en Valparaíso como ayudante del Ejército Expedicionario al Perú. Por su desempeño en las luchas independentistas recibió numerosas distinciones. Entre ellas, ser declarado Benemérito de la Orden del Perú, medalla de oro y el tratamiento de Señoría. Ver: Foja de Servicios del Coronel D. Gerónimo Espejo. Año 1870, Buenos Aires, Imprenta del Orden, 1870, pp. 12-8.
[3] Ibídem, p. 6. Ver también: Adolfo Aldao, Reseña histórica de Guerreros de la Independencia. Buenos Aires, 25 de mayo de 1910, t. 1, Buenos Aires, Imprenta La Aurora de V. Guerra, 1910, pp. 30 y 32.
[4] Gerónimo Espejo, Recuerdos Históricos San Martín y Bolívar. Entrevista de Guayaquil (1822), Buenos Aires, Imprenta de Tomás Goodby, Librero Editor, 1873, p. 21.
[5] Ibídem, p. 1.
[6] M. Cristina Seghesso de López Aragón, Perfil e ideas político-constitucionales del general Gerónimo Espejo, en: Paramo de Isleño y otra, Los Hombres y las Ideas en la Historia de la Nación, Separata, Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, 1998, pp. 453-454.
[7] Gerónimo Espejo, Reglamento (inédito), Documentos escritos, sala VII, legajo 153. Este texto se encuentra en el Archivo General de la Nación. Consta de 49 artículos en los que se delinea cómo debe ser la relación entre administrador, mayordomo, mayordomo de cancha y de labores, tapacos de las minas y caporales. Está fechado en la ciudad de Pasco el 6 de julio de 1850.
[8] Damián Hudson (dir.), “Rejistro Estadístico de la República Argentina”. Jefe de la Oficina de Estadística Nacional 1869, 1870 y 1871, t. 6, Buenos Aires, Imprenta Americana, 1873, p. 654. Esta mina fue descubierta por José Correas en septiembre de 1852. Al llegar Espejo a Mendoza se asoció con este vecino y Álvarez Thomas fue comisionado para llevar una muestra del cobre hallado a Buenos Aires.
[9] Correspondencia Espejo-José María Paz y Espejo-Gregorio Aráoz de Lamadrid. Ambas del 28 de junio 1853 desde Sud California, Mendoza. En: Archivo General de la Nación, Documentos escritos, sala VII, legajo n°153.
[10] M. Cristina Seghesso de López Aragón, Historia Constitucional de Mendoza, Mendoza, Editorial Martín Fierro, 1997, pp. 156, 176 y 448.
[11] Seghesso de López Aragón, ob. cit., p. 458.
[12] Miguel Ángel de Marco, Bartolomé Mitre. Biografía, Buenos Aires, Planeta, 1998, p. 152.
[13] Ibídem. Es oportuno señalar que Mitre formó parte del Instituto Histórico-Geográfico de Montevideo, fundado en 1843. El de Buenos Aires fue creado a semejanza de este.
[14] Ver: Miguel Ángel Scenna, Los que escribieron nuestra historia, Buenos Aires, La Bastilla, 1976, pp. 80-90.
[15] Ver: Tomás Sansón Corbo, “El espacio historiográfico rioplatense y sus dinámicas (siglo XIX)”, en: Protohistoria, vol. 17, Rosario, enero/julio 2012; Sergio Martínez Baeza, “Bartolomé Mitre y Barros Arana”, en: Las Últimas Noticias, Diario, Santiago de Chile, junio, 18 de 1993; Bartolomé Mitre, Comprobaciones históricas a propósito de algunos puntos de historia argentina según nuevos documentos, vol. 2, Buenos Aires, Carlos Casavalle, 1882, p. 209 y ss.
[16] Adriana Micale, “Gerónimo Espejo, el cronista de San Martín”, en: Revista Todo es Historia, año XLIX, edición 549, enero de 2017, p. 25. Lamentablemente no existe un detalle de todos los títulos y autores que conformaron la biblioteca de Espejo. Antes de morir, el patriota dispuso que su librería fuera entregada al doctor Antonio C. Gandolfo, amigo personal y médico de su esposa. Este galeno fue el heredero de todos sus libros, periódicos y todos sus papeles inéditos.
[17] En la Junta de Estudios Históricos de Mendoza se conserva el manuscrito de El Paso de los Andes. El documento está foliado, alcanzando un total de 618 páginas. Le faltan las primeras 70 hojas que debieron desprenderse y perderse para siempre, ya que estas están pegadas unas con otras. Cada una de ellas mide 26,7 x 19,5 centímetros, y están escritas con una letra prolija, levemente inclinada hacia la derecha, en tinta violeta una parte y negra la otra. Tiene subrayados, corchetes y tachaduras. También se conserva el contrato que le remitió el impresor a Espejo y los dos índices que el viejo guerrero hizo para el libro. Uno aparece trabajado con tachaduras y anotaciones, y el otro, con los títulos en limpio. Una misiva dirigida a Mariano Balcarce, yerno de San Martín y residente con su familia en Francia, en donde le anuncia el envío del libro, constituyen los documentos conservados. Acaba de reeditarse la obra con estudios preliminares sobre la figura de Espejo de la dra. Sandra Pérez Stocco y la lic. Alba María Acevedo. También, de Adriana Micale. Esta última, a partir de una publicación del Senado de la Nación.
[18] Una lista de las publicaciones de Espejo fue consignada por Ángel J. Carranza, en: “Sinopsis de la vida del autor”. Ver: Gerónimo Espejo, Recuerdos Históricos San Martín y Bolívar. Entrevista de Guayaquil (1822), ob. cit., pp. 1-12.
[19] En 1818, tras el desastre de Cancha Rayada, el joven cronista perdió todas las primeras anotaciones hechas en su diario. Reconstruido este, convirtió los escritos en el “Diario de Operaciones del Ejército Expedicionario al Perú”. Estando en él, también llevó adelante el “Libro del Estado Mayor” y guardó todos los papeles que se fueron descartando una vez que se publicó. Durante su exilio, perdió nuevamente todo sus papeles más cuatro baúles de libros. Una requisa hecha por el gobierno en la casa de un conocido en Buenos Aires donde habían quedado en depósito, provocó ese desenlace. Adriana Micale, “Gerónimo Espejo, el guerrero historiador. Estudio preliminar”, en: Gerónimo Espejo, El Paso de los Andes. Crónica histórica de las Operaciones del Ejército de los Andes para la restauración de Chile en 1817, 1ª ed., Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Honorable Senado de la Nación, 2017, sin paginar el estudio preliminar.
[20] Ibídem, pp. 5-8.
[21] De Marco, ob. cit., pp. 455-457.
[22] Ver: Bartolomé Mitre, “San Martín. Expedición al Perú 1820-1823. Navegación. Desembarco. Primeras operaciones. (Ilegible) (Apuntes tomados del General Espejo)”, Carpeta autógrafa, armario 8, doc. n° 16361, Fondo B. Mitre-Privado, Museo Mitre.
[23] Espejo, Gerónimo a Mitre, Bartolomé, Buenos Aires, 31-3-1887, armario 8, doc., n° 16436, caja 0, Fondo B. Mitre-Privado, Museo Mitre.
[24] Comparar: Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana. Buenos Aires, Peuser, 1963, p. 320.
[25] Ibídem, pp. 374-375.
[26] Espejo, Gerónimo a Mitre, Bartolomé. Buenos Aires, 31-3-1887. armario 8, doc. n°16437, caja 0, Fondo Bartolomé Mitre-Privado. Museo Mitre.
[28] Comparar: Bartolomé Mitre, ob. cit., p. 469.
[29] Espejo, Gerónimo a Mitre, Bartolomé. Buenos Aires, 28-4-1888. armario 8, doc. n°13998, caja 33, Fondo B. Mitre-Privado, Museo Mitre.
[31] Mitre, Bartolomé a Espejo, Gerónimo a. S/mención de lugar, 21-6-1887, armario 8, doc. n° 12871, caja 25, ibídem.
[32] Archivo General de la Nación, Espejo de Espejo, Doña Carolina, Su testamentaría. Sucesiones, legajo n° 5658, pp. 5 y 9.
[33] Archivo General de la Nación, Espejo, Don Gerónimo. Su testamentaría. Sucesiones, legajo n° 5645. fs. 139 vta.
[34] Miguel Ángel Scenna, ob. cit., p. 83.
[27] Espejo, Gerónimo a Mitre, Bartolomé. Buenos Aires, 31-3-1887, armario 8, doc. n°16437, caja 0, Fondo B. Mitre-Privado, Museo Mitre
[30] Espejo, Gerónimo a Mitre, Bartolomé. S/mención de lugar, 21-6-1887, ibídem.
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