Peronismo y salarios reales: otra mirada al período 1939-1956
Investigaciones y Ensayos
Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, Argentina
ISSN: 2545-7055
ISSN-e: 0539-242X
Periodicidad: Semestral
vol. 64, 2017
Recepción: 09 Junio 2017
Aprobación: 29 Junio 2017
Resumen: Las investigaciones sobre la evolución de los salarios en Argentina, bajo el liderazgo político de Juan Domingo Perón (a partir de 1943 y hasta 1955), coinciden en señalar un incremento en sus niveles reales, en particular y de manera extraordinaria entre 1946 y 1949. La imagen de una mejora en las remuneraciones y su poder adquisitivo se apoya fundamentalmente en la evolución de los salarios industriales y el índice de precios al consumidor de la ciudad de Buenos Aires. En este trabajo se profundiza el análisis de la trayectoria de las retribuciones sumando otros sectores (rural, servicio doméstico, construcción y empleados estatales). Asimismo, se evalúa si el índice de precios tradicionalmente utilizado puede considerarse como representativo del movimiento general de precios durante el periodo analizado. Entre las conclusiones, puede mencionarse que la evolución de los salarios reales muestra una trayectoria menos favorable a la señalada por la historiografía. Los operarios manufactureros fueron un grupo privilegiado, situación que no puede extenderse automáticamente al resto de los trabajadores. Por otra parte, los fuertes aumentos logrados a principios de la presidencia de Perón se diluirían con el tiempo; para 1955 los salarios reales habían regresado a niveles similares a los de 1939.
Palabras clave: Peronismo, precios, salarios, inflación, Segunda Guerra Mundial.
Abstract: Studies covering the evolution of wages in Argentina under the political leadership of Juan Domingo Perón (from 1943 until 1955) coincide in pointing out an increase in their real levels, particularly and especially between 1946 and 1949. The image of an improvement in wages and its purchasing power has been based mainly on the contrast of the evolution of industrial salaries and the consumer price index of the city of Buenos Aires. This paper seeks to deepen the analysis of the wages by adding other relevant sectors (rural, domestic service, construction and state employees). It also assesses whether the traditionally used price index can be considered representative of the general price movement during the period analyzed. Among the conclusions of the paper it can be mentioned that real wages shows a less favorable trajectory than the one indicated by the historiography. The paper emphasizes that the manufacturing laborers were a privileged group, a situation that cannot automatically be extended to the rest of the workers. On the other hand, the strong gains achieved at the beginning of Perón's presidency would dilute over time. By 1955 real wages had returned to levels similar to those of 1939.
Keywords: Peronism, prices, wages, inflation, World War II.
Introducción
La imagen presentada usualmente por la historiografía sobre la evolución de los salarios reales en Argentina, desde la aparición política de Juan Domingo Perón en 1943 hasta su caída en 1955, es de un notable progreso, en especial, durante los años 1947 y 1948. Luego de años de estancamiento durante la Segunda Guerra Mundial, los incrementos de sueldos se habrían acelerado como consecuencia de la aplicación de políticas laborales favorables y del crecimiento de la economía en general. Aunque se señala que las altas remuneraciones alcanzadas serían parcialmente socavadas por la crisis sufrida a partir de 1949, para 1955 los salarios se habrían recuperado y sobrepasado su máximo nivel anterior. El cuadro general es, por lo tanto, favorable a la política laboral peronista que habría logrado con su apoyo a los trabajadores, y por la nueva legislación, mejorar la participación de los asalariados en el ingreso [1]. Inclusive un autor en general no muy amigable al gobierno justicialista, Carlos Díaz Alejandro, encuentra que las estadísticas disponibles convalidaban la imagen de una mejora en los niveles salariales. Así llega a expresar: “lo cierto es que las políticas peronistas contribuyeron a elevar las tasas de los salarios reales después de 1945-46” [2].
Un cuadro de mejora de las retribuciones reales es, sin embargo, conflictivo con estimaciones de la productividad de la mano de obra, que entre 1940 y 1955 se mantuvo estancada [3]. La teoría económica predice que aumentos salariales superiores a los incrementos de productividad laboral tenderán a producir contracción y desempleo y, en última instancia, generarán fuerzas en el mercado laboral tendientes a reducir los niveles de remuneración. ¿Cómo pudieron sostenerse entonces los incrementos salariales peronistas en este contexto? Una de las respuestas es simple: los cálculos sobre la evolución salarial real son sesgados o imperfectos. El mismo Díaz Alejandro expresó algunas dudas sobre si la mayor gravitación observada por los salarios en el ingreso en la época podría estar afectada por incluirse en las estimaciones solo algunos sectores en los que se verificaron los mayores incrementos salariales. Aunque Díaz Alejandro no profundizó la cuestión, señaló al pasar que las mejoras salariales obtenidas con el apoyo del gobierno peronista por algunos grupos de trabajadores podrían haberse logrado a costa de otros conjuntos sociales [4].
Carlos Moyano Llerena también destacó una evolución muy dispar en los ingresos de los trabajadores en la época considerada [5]. Marcó como claros ganadores a aquellos grupos que tenían mayor gravitación política y gremial, como los empleados en la industria, el comercio o el transporte. Entre los menos beneficiados estarían los empleados públicos, el servicio doméstico y los peones rurales. Otra medición que es conflictiva con un cuadro de mejora general salarial desde 1940, es la antropométrica. Las estimaciones de altura de la población del conurbano bonaerense ofrecidas por Salvatore muestran una tendencia negativa para los supuestamente mejores años peronistas, 1945-1949 [6]. Su análisis de la desnutrición infantil en el mismo lapso tiende a confirmar una visión más bien pesimista. Por ello, el autor pone en cuestión la descripción usual de mejora general del bienestar, indicando que lo que ocurrió fue una evolución muy dispar entre distintos conjuntos laborales. El grupo perdedor estaría constituido especialmente por los migrantes internos empleados en sectores no sindicalizados [7]. Un panorama negativo también la ofrece el consumo per cápita, que muestra una caída a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. De allí en más el indicador se estanca, y para 1955 sus valores serían similares a los de 1939 [8].
La imagen del progreso de las remuneraciones presentada por la historiografía se sustenta fundamentalmente en el contraste de la evolución de los salarios industriales nominales y el índice de precios al consumidor de la ciudad de Buenos Aires. Esta medición es implícitamente proyectada a los trabajadores en su conjunto. En este trabajo se busca profundizar el análisis de la trayectoria de las retribuciones reales en Argentina entre 1939 y 1956, sumando al sector industrial, otros relevantes como el rural, el servicio doméstico, la construcción y empleados estatales, de modo de arribar a un cuadro de remuneraciones más comprensivo. Asimismo, se evalúa si el índice de precios de la ciudad de Buenos Aires puede considerarse representativo del movimiento general durante el período analizado o si bien corresponde sustituirlo o complementarlo con otras series estadísticas. Debe advertirse que los cálculos aquí presentados corresponden a un área geográfica relevante pero limitada [9], que abarca la ciudad y la provincia de Buenos Aires, sin pretenderse necesariamente que las conclusiones sean proyectables a todo el resto del país.
Los salarios nominales
La historiografía económica que ha abordado el período utilizó exclusivamente series de salarios industriales. Los datos base se toman de la publicación de la Dirección Nacional de Estadísticas y Censos [10]. Por ejemplo, tanto Díaz Alejandro [11] como CEPAL [12], calculan la evolución de los salarios industriales con la serie de salarios pagados por la industria [13], en relación con la cantidad de horas trabajadas. Gerchunoff [14] también utiliza los datos del total de salarios pagados por la industria publicados en el Anuario Estadístico de la República Argentina de 1957 [15]. Una grave falencia de estos datos es que, al ser agregados, podrían estar subsumiendo información importante, como los cambios en la composición del personal capacitado y no capacitado, sin discriminación entre personal obrero, de administración y directivo. Otra serie de datos clásica es la de Llach y Sánchez, muy citada por la historiografía [16]. En este caso, los autores realizan empalmes de diferentes fuentes [17]. La diversidad de orígenes impacta en la homogeneidad y continuidad deseables para la construcción de series, ofreciendo así una imagen impresionista, de los “salarios industriales”, pero no muy precisa para el período peronista [18].
Las grandes compilaciones de datos estadísticos-históricos también presentan solo la evolución de salarios industriales. Ferreres [19], menciona como fuente los datos del INDEC, que se basan en los salarios calculados con la totalidad de remuneraciones pagadas por la industria, en relación a las horas trabajadas. La otra gran compilación, de Carrera [20], realiza un cálculo similar (el salario medio), con las mismas fuentes, complementadas con información publicada por el Banco Central de la República Argentina [21].
Teniendo en cuenta las limitaciones de las series de salarios utilizadas por la historiografía económica, estas se revisaron, reestimaron o completaron buscando continuidad, homogeneidad y amplitud de sectores [22]. En las series elaboradas, cuando correspondía, se ha incorporado el impacto sobre la remuneración de la creación del aguinaldo en diciembre de 1945, que obligaba a los empleadores a abonar anualmente el equivalente a un salario mensual adicional [23].
Para construir las series de salarios industriales y de construcción se tomaron las remuneraciones por hora, actividad y categoría presentados por la Dirección Nacional de Estadística y Censos [24]. La fuente es completa, continua y homogénea, desde 1939 a 1956. Se subdividió el sector industrial en sus ramas metalúrgica y textil. El salario metalúrgico se construyó aplicando una ponderación de un tercio para obreros calificados y dos tercios para no calificados, e incluyó los oficios de electricista, herrero, radiotécnico y tornero. Idéntico criterio de ponderación se aplicó a los obreros textiles, estimación que abarcó a sastres, tejedores de punto y zapateros [25]. La serie de la construcción, que abarca los oficios de albañil, carpintero y pintor, se elaboró utilizando la misma metodología.
Mediante fuentes secundarias se construyó la serie de salarios rurales, sector de gran importancia en la economía de la época. Se estimó tomando un promedio de las estadísticas publicadas por Antonio Vila [26] y por Carlos Moyano Llerena [27]. Vila construyó su serie en un cálculo que otorgaba una ponderación de 80% a los peones y 20% a los capataces de campo [28]. Moyano Llerena [29] indica que sus datos corresponden a la remuneración de un peón de campo, señalando que su origen fue el Ministerio de Trabajo y Previsión [30].
Con fuentes oficiales se relevaron los datos de salarios docentes y ferroviarios. Los salarios docentes se tomaron de un informe del Ministerio de Cultura y Educación [31]. El índice se elaboró tomando con una ponderación de dos tercios al salario de un maestro de grado de tercera categoría, y con el peso de un tercio el salario inicial de un director de escuela. Los salarios de los trabajadores ferroviarios se tomaron de Ferrocarriles Argentinos [32]. En esta fuente se alojan datos de diversas categorías de trabajadores de los ferrocarriles, desde 1935 hasta 1970. El índice se construyó con el promedio simple de la remuneración de las categorías de ayudante de estación (no calificado), ayudante de maquinista (no calificado) y maquinista (calificado).
La remuneración del servicio doméstico se estimó a partir de los pedidos de empleadores de mucamas, muchachas y sirvientas a tiempo completo, publicadas por el diario La Nación durante el mes de junio de cada año [33]. Las tres formas de designar a las empleadas domésticas parecen haber sido utilizadas indistintamente y como sinónimos en la época.
Analizando las series presentadas (Apéndice A) se nota que, a grandes rasgos, las categorías laborales pueden ser reagrupadas en tres conjuntos, según su evolución a lo largo del período (Gráfico 1). El primer conjunto incluye a los textiles y metalúrgicos, quienes aparentan haber sido los más beneficiados en cuanto a la evolución nominal de sus remuneraciones. Sin duda, ello fue consecuencia de que eran sectores fuertemente sindicalizados y cuyas industrias fueron prioritarias para el gobierno peronista, tanto en cuanto a protección de la competencia exterior, como a la asignación a créditos subsidiados. Con el promedio de las series de textiles y metalúrgicos se construyó la serie “Beneficiados”.
Un segundo grupo percibió menores aumentos, este compuesto por los obreros de la construcción, las empleadas domésticas y los trabajadores rurales. Estos últimos pertenecían a un sector que se estancó y fue perjudicado por las políticas de precios durante el peronismo. Por otra parte, la oferta de empleadas domésticas y obreros de la construcción se vieron muy incrementadas por la enorme migración del campo a los centro urbanos, factor que seguramente deprimió sus niveles salariales [34]. Del promedio de estos tres conjuntos resulta la serie “Intermedios”.
Finalmente, un tercer grupo estuvo compuesto por los docentes y los empleados ferroviarios (cuyos puestos pasaron a depender del Estado en 1948, cuando se nacionalizaron los ferrocarriles). Este conjunto fue muy afectado en el período considerado, y por ello las dos categorías se fusionan en una serie única denominada “Perjudicados” [35]. Aunque no se han incorporado al grupo por no provenir de una fuente comparable, las remuneraciones de los integrantes de la Policia Federal parecen haber tenido un comportamiento negativo similar [36].
Del análisis de las variaciones de cada grupo respecto a la media (Gráfico 2) resulta patente que en todo momento el grupo “Beneficiados” (industrial) superó al resto [37]. En cuanto a los otros dos conjuntos, siguen un comportamiento parcialmente similar hasta 1947, momento a partir del cual los trabajadores dependientes del Estado fueron los perdedores netos.
Finalmente, se ha construido un índice general de salarios nominales. Para ello se intentó encontrar ponderaciones razonables de los grupos laborales sobre los que se poseían datos, ponderaciones que debían, en lo posible, capturar tanto el número de trabajadores, como el peso económico del sector en cuestión. Sobre la base de la producción agregada y empleados presentados en CEPAL [38] y el Censo Nacional de 1947, se aplicaron las siguientes ponderaciones: 32% a los trabajadores rurales, 32% al sector manufacturero (textil y metalúrgico), 11% a la construcción, 10% al personal doméstico y 15% a los empleados dependientes del Estado (docentes y ferroviarios).
Cuando se contrasta esta serie general obtenida con aquellas utilizadas usualmente en la historiografía (como Díaz Alejandro) surge un panorama distinto sobre de la evolución de los salarios nominales (Gráfico 3). La serie general aquí elaborada tiene claramente una evolución menor en su magnitud. Ello no solo ocurre a nivel general, sino que incluso los “Beneficiados” (industriales), más comparables con la serie presentada por Díaz Alejandro, tienen una evolución inferior. Ahora que se posee una serie más completa de los salarios nominales se puede pasar a analizar su evolución en términos reales. Pero para ello se debe realizar una evaluación del índice de precios generalmente utilizado por la historiografía.
La medición de la inflación
La historiografía ha analizado la inflación del periodo utilizando el Índice de Precios al Consumidor (IPC) [39], confeccionado con los datos relevados y trabajados por la División de Estadística [40], que fueron publicados junto con las canastas de consumo [41] por la Dirección Nacional de Estadística y Censos en 1963 [42]. La canasta utilizada originalmente (de 1933) fue recalculada en 1943. Ambas se basaron en el consumo de una familia obrera urbana, cuyo tipo medio estaba integrado por padre, madre y tres hijos.
La cuestión mas problemática es en qué medida este IPC captó la evolución de los precios [43]. Un problema es que la inflación desatada alrededor de 1943 tuvo como correlato la continua aplicación de controles de precios, en particular durante toda la presidencia de Perón (1946-1955). Estos controles tenían como objetivo principal los bienes consumidos en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires y en algunos municipios del conurbano, e incluían la determinación de valores de los alimentos, vestimenta, alquileres, transporte, artículos para el hogar y medicamentos. Es decir, la mayor parte de los precios de los productos capturados por el índice fueron afectados por las disposiciones del gobierno. Como es usual, en muchos casos, los precios a los que se efectuaban las transacciones fueron superiores a los permitidos. Es natural que los funcionarios que elaboraron el índice tomaran los valores máximos autorizados y no aquellos de mercado [44]. Por otra parte, existió una manipulación estadística de algunas series que componían el índice, de modo de registrar aumentos de precios menores a los reales [45]. Por estos factores, el índice indudablemente subestimó el aumento de los precios.
Por lo menos dos rubros perdieron sus valores relativos iniciales ante el aumento de la inflación y los controles de precios. Uno fue el servicio público, como el transporte ferroviario y el eléctrico. La pérdida de valor, en términos reales, claramente benefició a los consumidores, un efecto que impulsó el índice de precios a la baja. El otro rubro fueron los alquileres, cuyos niveles fueron controlados y en parte congelados a partir de 1943. La medida gubernamental implicó que aquellos consumidores que ya eran locatarios fueran beneficiados en sus ingresos reales, lo que fue capturado en el rubro alquileres del IPC. Sin embargo, aquellos trabajadores que ingresaron al mercado de vivienda, posteriormente a 1943, se vieron dramáticamente afectados a medida que la oferta de alquileres se retraía y desaparecía. En la práctica, ello implicó para este grupo un aumento importante del gasto, debiendo pasar vivir en zonas más alejadas a sus trabajos, donde pudieran adquirir u ocupar terrenos y construir sus viviendas. El rubro del IPC debería haber capturado este efecto, pero el índice computó solo los alquileres que estaban vigentes en 1943, y no el gasto real de los ingresantes al mercado de vivienda [46].
Teniendo en cuenta lo mencionado, puede afirmarse que el IPC de la ciudad de Buenos Aires no refleja adecuadamente los aumentos de los precios del período, y solo puede ser tomado como una referencia de nivel mínimo de los incrementos. Según el IPC la inflación total entre 1939 y 1956 fue de 867%. Otros índices muestran incrementos bastante superiores: el Índice de Precios Mayoristas –IPM– indica un aumento de 1203% entre 1939 y 1956; el índice de precios del costo de la construcción, de 1598%, y el Índice de Precios para la Subsistencia Rural –IPR– [47] un 1184% [48].
De los cuatro índices de precios exhibidos, el IPC es el menor de todos, con una diferencia que va desde un 20% a un 50% con respecto al resto. El IPCC fue el más elevado, dejando en segundo lugar el IPR. Por otro lado, el IPR era relevante ya afectaba en particular a una parte importante de la población que habitaba en zonas rurales [49]. El IPM captó la evolución de los precios al por mayor, donde la regulación fue mucho menor. Asimismo, captura los precios de productos que son relevados también en el IPC, como alimentos, vestimenta, combustibles, etc. Claramente, en estos casos, se observa una evolución de los precios en un nivel mayor el IPC, tanto por la menor regulación, como por posibles cambios en los márgenes de ganancia de la cadena de comercialización.
El IPCC, que seguramente afectó la vida y consumo de los asalariados, muestra un sustantivo incremento relacionado con la oferta y demanda de productos claves de la construcción.
En este trabajo se ha optado por utilizar como deflactor una combinación del IPC y el IPR, esperando que este indicador capture más adecuadamente el movimiento general de precios del período en Buenos Aires. Por un lado, se toma el sendero de precios más bajo (IPC), y por el otro, la evolución de los precios rurales de consumo no afectados por la regulación y los mecanismos de control y represión de precios. El índice general aquí presentado aplica una ponderación de 68% del IPC y de 32% del IPR (según la proporción de trabajadores urbanos y rurales). Este nuevo indicador muestra un incremento de los precios entre 1939 y 1956 de 967%, aumento que parece reflejar mejor la realidad de Buenos Aires (ciudad y provincia), aunque posiblemente sigue subestimando el aumento general real.
Salario Real
En este apartado se deflactan en primer lugar los salarios nominales por sectores (“Perjudicados, “Intermedios” y “Beneficiados”) con el nuevo índice de precios presentado en la sección anterior.
Del análisis de la evolución del salario real por sectores quedan claras varias tendencias. Todos los grupos caen en su poder adquisitivo desde 1939 hasta 1942, indudablemente por el impacto del inicio de la guerra que especialmente afectó a los ingresos del sector agrícola al discontinuarse la exportación de granos a Europa y dificultarse la adquisición de importaciones. A partir de ese año los “Beneficiados” (industriales) mejoran gradualmente hasta volver en 1945 a su nivel inicial. La causa de esta recuperación fue en buena medida fruto de la sustitución de importaciones, como de la exportación de manufacturas al resto de América Latina ante el retiro de sus proveedores habituales ahora inmersos en el conflicto mundial. En cambio, los grupos “Intermedios” o “Perjudicados” continúan en una tendencia negativa. En particular, el grupo del ámbito estatal continúa en un sendero descendente durante todos los años del gobierno peronista. El grupo Industrial comienza a mejorar su situación hasta lograr importantes mejoras en términos reales, situación que llega a su máximo en 1948, para descender en los años siguientes volviendo a su nivel de 1939 en 1952, manteniéndose estancado de allí en más. El empresariado industrial recibió alicientes en esos años, que le permitieron hacer frente transitoriamente a los mayores costes laborales, como un proteccionismo extremo y créditos subsidiados, situación que finalmente no podría ser mantenida.
Si se analiza el índice general de salarios reales se nota a partir de 1939 una tendencia a la baja que perdura hasta 1947. Esta situación acompaña, en buena medida, la evolución de las medidas antropométricas. La guerra trajo una represión del consumo y los niveles de vida, situación que continuó durante los primeros años del gobierno peronista. Solo en los años 1948 y 1949 se sobrepasaron por algún margen los niveles de 1939 que luego se estancaron o inclusive cayeron [50]. Los “años felices” del peronismo se limitaron al sector manufacturero de los trabajadores. Para el resto la realidad fue estancamiento o empeoramiento. A nivel global, los niveles de salarios reales para 1955 se situaban en niveles similares a los de 1939, un hecho que contrasta con la situación más favorable de muchos otros países en el mismo lapso [51].
Consideraciones Finales
La historiografía que se ocupa del primer gobierno peronista ha considerado que la evolución de los salarios reales durante las décadas de 1940 y 1950 tuvo un incremento sustantivo. Esta afirmación se sostiene en utilizar como deflactor de remuneraciones nominales industriales el índice general de precios de la ciudad de Buenos Aires. Esta imagen ocupa un rol central en los marcos explicativos de las motivaciones de adhesión de los trabajadores al movimiento político peronista, así como en la construcción de un período “feliz” de la clase obrera.
En este trabajo se presenta un cuadro de alta variabilidad, tanto de la evolución sectorial de salarios, como de los diversos índices de precios elaborados para la época. Una nueva estimación de las remuneraciones reales muestra que luego de haber caído a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, se elevan en la segunda mitad de la década de 1940, para luego disminuir durante el primer quinquenio de la década siguiente. En el escenario más pesimista, los salarios reales hacia 1955 habrían caído por debajo de los valores de 1939. En el escenario más optimista, las retribuciones llegaron en 1955 a valores sólo marginalmente más elevados a los existentes antes del conflicto mundial [52].
Se pudo observar tres grupos de asalariados. Los que lograron superar a la inflación, aumentando sus remuneraciones reales (industria), los que se mantuvieron a un mismo nivel (construcción, rurales y servicio doméstico) y los que empeoraron (estatales).
En promedio, y a lo largo del lapso considerado, los salarios reales no aumentaron significativamente, como ocurrió en otras partes del mundo. Esta situación es compatible con la estabilidad observada en otros indicadores económicos, como el consumo per capita y la productividad laboral. Si la productividad no se incrementó, ¿cómo pudieron aumentar significativamente, aunque transitoriamente, los salarios reales industriales en 1948 y 1949? Sin duda, una de las explicaciones es que fue a costa de las ganancias empresariales, situación que en los años siguientes sería revertida al aumentar más los precios que las remuneraciones. Por otra parte, la industria tuvo ingresos extraordinarios que habrían posibilitado financiar los incrementos por la virtual prohibición de importaciones competitivas y por el significativo aumento de crédito subsidiado. Dado este cuadro, no es sorprendente la preocupación del gobierno peronista en sus últimos años, tanto de lograr aumento de productividad, como de reducir la inflación [53].
Un elemento no considerado en las estimaciones de este trabajo, que habría reducido aún más el poder adquisitivo de los trabajadores, es el descuento por aportes jubilatorios que comenzó a extenderse a todos los sectores. Dado las diferentes deducciones preexistentes (desde inicio de siglo) en los diferentes gremios y ramas de la industria, resulta complejo calcular su impacto. Estas deducciones podrían ser consideradas como un nuevo impuesto al trabajo [54], ya que mayormente se utilizaron para financiar la expansión estatal y no para desarrollar fondos de retiro.
Finalmente, también cabe mencionar que la estimación de los salarios reales en el período no incluye beneficios no directamente remunerativos que percibieron los trabajadores, como beneficios laborales (vacaciones pagas, horas trabajadas), o jurídicos y sindicales. Tampoco otros elementos que pueden haber sido beneficiosos para los empleados, como la expansión del sistema sanitario o educativo. Otra vez una evaluación completa es compleja, dado que también requeriría conocer mejor la situación anterior y cuantificar su evolución.
Apéndice A
Apéndice B
Apéndice C
Apéndice D
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Notas