Notas y comentarios bibliográficos

Comentario a Beatriz Bragoni, Eduardo Míguez y Gustavo Paz (eds.), La dirigencia política argentina. De la Organización Nacional al Centenario. Buenos Aires, Edhasa, 2023.

Martín O. Castro
CONICET- Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani”/ UNTREF, Argentina

Investigaciones y Ensayos

Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, Argentina

ISSN: 2545-7055

ISSN-e: 0539-242X

Periodicidad: Semestral

vol. 76, 2023

publicaciones@anhistoria.org.ar

Recepción: 29 Noviembre 2023

Aprobación: 12 Diciembre 2023



DOI: https://doi.org/10.51438/25457055IyE76e027

En su libro sobre la declinación y caída de la aristocracia británica el historiador británico David Cannadine (1992) advierte al lector que escribe su texto desde una posición escéptica, evitando caer bajo el atractivo que otros encontraban en esos nobles y notables, y, fundamentalmente, con el objetivo de desenmascarar los mitos inventados o creídos sobre sí mismos por esos aristócratas, descartando cualquier intención de proveerles de una mayor validación histórica. La dirigencia política argentina es un libro importante e innovador dedicado al estudio de los políticos argentinos decimonónicos (en sus diversas modalidades y configuraciones) que se propone objetivos no menos ambiciosos que los que ofrecía aquella investigación sobre la aristocracia británica. No se encuentra el lector con el propósito, en un primer plano, de explorar los mitos o visiones autoindulgentes presentadas por los propios actores, sino que se advierte en los editores y autores de La dirigencia política argentina una decisión por internarse, con una metodología específica (la prosopografía), en el mundo de las clases políticas argentinas de la segunda mitad del siglo XIX con el objeto de revisar una serie de presunciones, hipótesis y generalizaciones sobrevivientes en la historiografía, aunque también (y quizás de manera más extendida) en el “sentido común” historiográfico presente posiblemente entre lectores no especializados.

Este libro, coordinado por Beatriz Bragoni, Eduardo Míguez y Gustavo Paz, procura así definir los rasgos centrales de las dirigencias políticas, las características del poder político y su vinculación con la sociedad y el rol de las dirigencias en la construcción de las instituciones estatales provinciales y nacionales. No hay, como se advertía en la investigación del historiador británico, una intención por trazar el camino del apogeo y declinación de una dirigencia o clase política. Sí se encuentra, sin embargo, una cuidadosa atención hacia la importancia de revisar y considerar la pertinencia de las periodizaciones propuestas para la constitución, actuación y transformaciones observadas en estos elencos dirigentes en el nivel provincial y en la esfera de la política nacional entre, fundamentalmente, 1860 y 1890. Esa preocupación conducirá a los distintos trabajos que conforman este libro a preguntarse por la pertinencia de una serie de momentos de quiebre que serían más o menos significativos desde la perspectiva de los ámbitos provinciales o de su incidencia sobre aspectos particulares de los elencos dirigentes provinciales. En este sentido, los estudios de caso pero también las conclusiones de carácter más generalizador propuestas en el cierre del libro ofrecen conjeturas e interpretaciones sobre el impacto que determinados procesos u ordenamientos políticos tendrían (por caso, el rosismo, las décadas de la organización nacional o el roquismo) sobre las modalidades específicas y los rasgos estructurantes de las elites provinciales.

Como acertadamente señala Eduardo Zimmermann en la presentación que prologa el libro, la elección del método prosopográfico que guía el análisis colectivo de información individualizada en La dirigencia política argentina, remite historiográficamente a los trabajos de Lewis Namier los cuales, hace aproximadamente un siglo, abrieron un campo de estudios sobre la estructura de la política en el siglo XVIII británico gracias al recurso de las herramientas analíticas provistas por las biografías colectivas. En algún sentido, este enfoque y metodología permiten sostener un enfoque “escéptico” por sobre aquellas miradas románticas o militantes alternativas, relativas a la constitución de grupos dirigentes, clases o actores colectivos particulares.

Esta colección de ensayos se sostiene, entonces, sobre una meticulosa reconstrucción de las dirigencias y elites que estuvieron al frente de gobiernos y participaron de la vida política argentina en la segunda mitad del siglo XIX y lo hace a partir del análisis empírico de estos elencos seleccionando una serie de variables sobre sus miembros: sus conexiones familiares, vinculaciones sociales, pertenencia a instituciones o ámbitos de sociabilidad, clubes, situación económica, trayectorias y paso por la gestión pública como funcionarios. Los artículos mantienen similares preguntas como guías de las respectivas investigaciones pero, a su vez, cada investigación ofrece matices propios y, por consiguiente, pueden advertirse (como nos advierten en la introducción los editores) la presencia de matices interpretativos que se detienen en aspectos diferenciados de estas dirigencias, su conformación y transformaciones a lo largo de las décadas. Estas diferentes tonalidades observadas en los elencos dirigentes provinciales no tensionan la consistencia del libro y surgen, en buena medida tanto de la naturaleza propia de la política federal como de los contextos específicos de los diferentes casos provinciales analizados.

En una carta escrita en 1910 y dirigida a un diplomático peruano con sede en Buenos Aires, Estanislao Zeballos se permitía puntualizar lo que entendía habían sido los errores de juicio de algunos colegas peruanos quienes, al momento de ponerse en contacto con las elites argentinas, habían sido incapaces de diferenciar los ámbitos de reunión a los que éstas concurrían y socializaban. Ante la intención de aquel diplomático de interactuar con las elites sociales y políticas argentinas en un mismo espacio, Zeballos le advertía la inexactitud en el diagnóstico y observaba el perfil complejo y variado de las dirigencias argentinas que no solían coincidir habitualmente en la misma figura o notable. Podían existir excepciones, aclaraba rápidamente Zeballos, fácilmente constatables en aquellos que (como modestamente señalaba sobre sí mismo) eran capaces de alternar con unos y con otros. De acuerdo con esta interpretación, “…los políticos constituyen una sociedad aparte…”, no había que buscarlos en los ámbitos de la “vida social”.[1] Esta descripción puede parecernos desacertada o parcialmente inexacta. Como sabemos esta interacción ciertamente ocurría aunque existieran esfuerzos desde los ámbitos de sociabilidad de la elite social por restringir la intromisión de la política (con fracasos frecuentes), que no se trasladaban, sin embargo, a la presencia de políticos entre sus miembros. (Losada, 2008)

Y, con todo, esta referencia algo forzada de Zeballos avanzaba sobre uno de los rasgos crecientemente relevantes para las dirigencias argentinas (aunque el ejemplo proviniera de un período algo posterior al tratado mayormente por este libro), es decir el carácter específico de la política como saber particular que requiere de la adquisición de capitales específicos y de la aceptación en los hechos de una cierta profesionalización de la actividad. Ésta era, sin duda, la percepción predominante entre observadores extranjeros (ya fuera James Bryce o el representante británico en Buenos Aires a comienzos del siglo XX) quienes observaban, en palabras de este último que el poder político se encontraba “ostensibly in the hands of profesional politicians…”, aun cuando las clases propietarias no dejaran de ejercer considerable influencia sobre la elite política.[2] En este sentido, es bueno también recordar que ya desde la década de 1880 observadores locales como José Manuel Estrada o Vicente López habían llamado la atención sobre el éxito alcanzado por una clase política que asociaba su destino a las instituciones estatales, manipulaba los mecanismos de representación y se independizaba relativamente de las “clases conservadoras”. (Halperin Donghi, 1995) Reminiscencias de estas preocupaciones podían también encontrarse en el enfoque de Roque Sáenz Peña y sus amigos políticos quienes, en el momento del Centenario, propondrían un programa de reforma electoral con el objetivo (no exclusivo pero sin dudas significativo) de contrarrestar la influencia de lo que denominaban los “profesionales de la política” que controlaban las instituciones representativas y los resortes del poder. (Castro, 2012)

La trayectorias personal de Estanislao Zeballos (quien forma parte de los elencos dirigentes analizados en este libro) como también de alguien con un perfil diferente como Roque Sáenz Peña, y como otros casos citados en el libro, son ejemplo de la importancia que la adquisición de ciertos talentos o “capitales” (el libro apela a un uso flexible de la conceptualización de Pierre Bourdieu de los “capitales”), con múltiples combinaciones y entrelazamientos, podían tener en la configuración de una vida cruzada por la dedicación a la política y al desempeño de cargos públicos. En 1902 Carlos Pellegrini reprendía amistosamente a su amigo Roque Sáenz Peña por su escasa propensión a meter “la mano en el barro” de la política que contrastaba, además, con una preferencia hacia la política de “tertulias” (idealmente era bueno combinar ambos talentos).[3] En todo caso, era indudable que una trayectoria como la de Sáenz Peña se había podido concretar gracias a la acumulación de una serie de recursos diversos que en parte se referenciaban con las vinculaciones familiares y sociales pero que también respondían a la adquisición de elementos centrales de la cultura letrada del fin de siglo, entre ellos los saberes diplomáticos. Los trabajos que forman parte de La dirigencia política argentina presentan un saludable ejercicio de combinación de los resultados surgidos del análisis colectivo de la información personal relevada con la incorporación en la estructura narrativa de ejemplos de trayectorias específicas de políticos decimonónicos que permiten corregir, completar o revisar los trazos generales materializados en aquellas reconstrucciones colectivas.

Estas reconstrucciones son lo suficientemente sensibles, por otra parte, para captar las articulaciones entre la política local y la política nacional y sus especificidades. Esto nos lleva brevemente a detenernos en otro de los aspectos de la vida política de finales del siglo XIX hacia el cual dirigen su atención las diversas contribuciones. la constatación de los diversos pliegues, conexiones y articulaciones posibles entre la política local y la política nacional. En este sentido, las distintas trayectorias a las que estaban expuestos quienes seguían (o podían seguir) determinados caminos en el ámbito municipal (jefes municipales) o provincial (legislaturas, ministerios, gobernaciones) podían convertirse en estaciones pasajeras en un ascenso hacia la política nacional o simplemente descubrirse (por decisión propia o no) como destinos finales de una trayectoria. En este sentido, parafraseando a Alan Knight (1986, p. XI) en su historia de la revolución mexicana, se podría decir que no podía existir una “alta política” sin una buena dosis de “baja política” pero, agregaríamos aquí, quienes la llevaban adelante no necesariamente coincidían (o, como sugiere este libro, frecuentemente no coincidían). En este sentido, los trabajos de esta compilación comparten observaciones adelantadas en una serie de trabajos sobre la política bonaerense en las décadas de 1920 y 1930 que, sostenidos sobre una combinación de fuentes cualitativas como las crónicas publicadas en la Revista Argentina de Ciencias Políticas, entrevistas orales del Archivo Di Tella y ejercicios prosopográficos conjeturaban sobre la pertinencia de diferenciar las diversas escalas de la acción política y sus actores. (Devoto y Ferrari, 1994; Melón Pirro y Pastoriza, 1996)

Como se ha mencionado, el libro cubre básicamente un periodo de análisis que abarca las décadas entre la “organización nacional” y los comienzos de la década de 1890, con excepción del ensayo sobre la provincia de Jujuy que llega en su exploración hasta el Centenario. En algunos casos, el Ochenta aparece como un momento de ruptura en relación a los cambios que pueden percibirse en la coherencia interna de los sectores dirigentes provinciales, en otros se observa mayor continuidad. El libro se cuida de ofrecer una interpretación unívoca sobre estos momentos de quiebre (cuando los hay) en la historia de estas dirigencias en tanto que, como proyecto colectivo, invita a considerar la importancia de las modalidades que asumen las formas de hacer política en una república federal que inciden tanto en la constitución de los grupos dirigentes como en los vínculos de naturaleza variada entre las “situaciones provinciales” y el gobierno federal.

Aun así, y a pesar de la vitalidad de esas prácticas políticas provinciales, los trazos generales del texto también llaman la atención sobre la presencia de diversos mecanismos favorables a una “nacionalización” de las dirigencias o, al menos, la participación creciente de los grupos dirigentes en una política que se desarrolla cada vez más a escala nacional. Por supuesto, los políticos que tenían su base de apoyo y capital político en las provincias participaban asimismo en instituciones representativas nacionales (el Congreso), formaban parte de los gabinetes de ministros, el Poder Judicial nacional o se insertaban en algún puesto de la burocracia del estado federal. Desde este punto de vista, los alineamientos de las configuraciones políticas se sostenían, fundamentalmente, sobre una fluidez y escasa estabilidad que podían responder a factores diversos, entre otros un cierto consenso ideológico, la preponderancia de redes de “amigos políticos” construidas sobre capital relacional o la particularidad de las construcciones partidarias poco institucionalizadas como el PAN en la década de 1880. Todo esto no excluye, sin embargo, la posibilidad de conflictos y tensiones entre grupos y facciones ni, en ocasiones, clivajes políticos de mayor o menor intensidad como serían, por ejemplo, las disputas en torno a las leyes laicas en la década de 1880, la “cuestión religiosa” o los debates parlamentarios sobre cuestiones monetarias o fiscales. (Rocchi, 1998; Castro, 2009)

Sin embargo, mirado desde otro ángulo, la conformación de coaliciones fluidas de apoyos provinciales (particularmente durante las sucesiones presidenciales) y la incorporación de los oficialismos y oposiciones provinciales en el juego de la política nacional podían tener un correlato en la solidez de las “situaciones provinciales” y en la suerte de aquellos que buscaban introducir disrupciones en su dinámica. En este sentido, una de las cuestiones que los trabajos sugieren, y en algún grado atienden con la profundidad que las fuentes permiten, es la relevancia de la “circulación” de las elites, las posibilidades de renovación de los elencos dirigentes y las oportunidades que tenían los opositores de incorporarse (por competencia o por acuerdo) como representantes y en las funciones de gobierno. En el cambio de siglo, en los años previos al Centenario, la preocupación por la suerte y la solidez del gobierno representativo en la Argentina conduciría a un intenso debate sobre la presencia de un creciente proceso de “oligarquización” de la vida política (debate que, sin embargo, tenía abundantes ejemplos previos), como se advierte en las conclusiones de La dirigencia política argentina. Pero, en todo caso y como ha observado la historiografía reciente, a lo largo de las décadas finales del siglo XIX, la participación de estas dirigencias políticas provinciales en el sistema político nacional no se correspondería a la imagen de una sumisión indeclinable ante el avance incontenible de los agentes centralizadores del poder nacional, sino que, por el contrario se insertarían activamente en la construcción de ese mismo entramado político nacional. (Bragoni y Míguez, 2010) Quienes participaban de este proceso podían no tener perfiles concordantes pero, y más allá de las especificidades provinciales o del carácter más tradicional o los tonos más propios de la “gente nueva” de algunos de sus integrantes, la mayoría serían ante todo políticos que habían adquirido a lo largo de su trayectoria saberes y capitales que eran decisivos para desarrollar una actividad (la política) que, como se observa en las conclusiones del libro, se estaba transformando cada vez más en “profesional y especializada”. (p. 340)

Bibliografía

Cannadine, D. (1992). The Decline and Fall of the British Aristocracy. Picador.

Castro, M. (2009). Los católicos en el juego político conservador de comienzos del siglo XX: reformismo electoral, alineamientos partidarios y fragilidad organizativa, 1907-1912, Desarrollo Económico, Vol. 49, Número 193.

Castro, M. O. (2012). El ocaso de la república oligárquica. Poder, política y reforma electoral, 1898-1912. Edhasa.

Devoto, F. J. y Ferrari, M. P. (1994). La construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas, 1900-1930. Editorial Biblos/ Universidad Nacional de Mar del Plata.

Halperin Donghi, T. (1995). Proyecto y construcción de una nación (1846-1880). Ariel.

Knight, A. (1986). The Mexican Revolution, vol. 1, “Porfirians, Liberals and Peasants”. Cambridge University Press.

Losada, L. (2008). La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Époque: sociabilidad, estilo de vida e identidades. Siglo XXI/Editora Iberoamericana.

Melon Pirro, J. C. y Pastoriza, E. (1996). Los caminos de la democracia: alternativas y prácticas políticas, 1900-1943. Editorial Biblos/ Universidad Nacional de Mar del Plata.

Míguez. E. y Bragoni, B. (2010). Un nuevo orden político. Provincias y Estado Nacional (1852-1880). Editorial Biblos.

Rocchi, F. (1998). El imperio del pragmatismo: intereses, ideas e imágenes en la política industrial del orden conservador, Anuario IEHS No. 13, pp. 99-130.

Notas

[1] Estanislao Zeballos a José Antonio Lavalle, 1 de junio de 1910, Archivo Estanislao Zeballos, Caja 181.
[2] C. Russell a Edward Grey, 30 de abril de 1909, Public Record Office F.O: 371/598; James Bryce (1912), South America. Observations and impressions. McMillan, pp. 344-345.
[3] Carlos Pellegrini a Roque Sáenz Peña, 22 de noviembre de 1902, Academia Nacional de la Historia, Fondo Roque Sáenz Peña, Caja 21.
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