Notas y comentarios bibliográficos

Estampas de vidas revolucionarias: comentarios a propósito de la colección de libros del sello Villa Editores

Beatriz Bragoni
Universidad Nacional de Cuyo, Argentina

Investigaciones y Ensayos

Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, Argentina

ISSN: 2545-7055

ISSN-e: 0539-242X

Periodicidad: Semestral

vol. 76, 2023

publicaciones@anhistoria.org.ar

Recepción: 01 Diciembre 2023

Aprobación: 11 Diciembre 2023



DOI: https://doi.org/10.51438/25457055IyE76e026

En años recientes han sido reeditados cuatro textos relativos a personajes célebres y menos conocidos del pasado revolucionario rioplatense: Historia de Juan Martín de Pueyrredón, del Dr. Julio Cesar Raffo de la Reta; San Martín y Córdoba en la época de la campaña de los Andes, el texto publicado por José Ignacio Olmedo; la primera biografía dedicada a Juan José Castelli: el Adalid de la Libertad, de Julio César Chávez, y el libro de Mariano Pelliza, Monteagudo. Su vida y sus escritos.

La iniciativa procede de Horacio Garcete, abogado y profesor del Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires, lector inquieto y editor preocupado por aquello que el gran Abelardo Castillo definió como “Los recobrados”. Es decir, los libros que han dejado de figurar en los mesones de las librerías, y que están a la espera de volver a circular entre nuevos públicos por el interés que otrora habían despertado enlazando antiguas y nuevas comunidades de lectores e historiadores.

La selección realizada por el profesor Garcete resulta interesante por dos motivos principales. En primer lugar, porque se trata de libros que su mayoría fueron publicados por primera vez en el clima previo y posterior al Año del Libertador, el monumental acontecimiento conmemorativo mediante el cual el régimen peronista no solo enalteció la figura del héroe de los Andes, sino que enlazó el legado sanmartiniano con el liderazgo carismático del hijo dilecto de la revolución juniana para fundar la nueva Argentina. En ese lapso, la producción escrita sobre San Martín y los próceres de la independencia habían proliferado gracias a iniciativas de historiadores filiados a la Nueva Escuela o de los enrolados en vertientes revisionistas nutridos todos de sensibilidades nacionalistas (Devoto y Pagano, 2009). En la mayoría de los casos, el denso repertorio de obras dedicadas al Libertador imantada por el giro introducido por El Santo de la Espada de Ricardo Rojas, editado en 1933, abonaba el suelo de la extendida convicción de las elites intelectuales y políticas argentinas que el “nacionalismo y el patriotismo” eran fines principales de la enseñanza de la historia en todos los niveles educativos, y de la misión del historiador convertido en custodio erudito de la “conciencia nacional” (Cataruzza, 2003). A esa altura las dos colecciones de los “textos de la Patria”, liderados por Ricardo Rojas y José Ingenieros y escrutados con maestría por Degiovanni (2007), habían ofrecido un repertorio compacto de textos indicativos de la genealogía de la cultura histórica nacional, que acompasaban la nutrida red de suplementos culturales de los principales diarios del país federal, junto a la prolífera actividad editorial vigorizada por españoles exiliados que incluía colecciones de libros clásicos y universales, los producidos por escritores argentinos y latinoamericanos junto a la publicación de revistas culturales y literarias.

En segundo lugar, porque la empresa editorial encarada por el profesor Garcete, bajo el sello Villa Editores, evoca el papel de los inquietos buceadores del pasado nacional que nutrieron colecciones de impresos, libros y documentos preservados celosamente por los descendientes de protagonistas espectables, y de otros menos conocidos, que ocasionalmente habían sido consultados por los padres fundadores de las narrativas de la revolución rioplatense y las guerras de independencia sudamericanas. Sería sobre todo el interés de documentar e imbricar vidas revolucionarias paralelas, o complementarias a los “grandes hombres” mediante los cuales Bartolomé Mitre había acuñado la interpretación sobre los orígenes de la nacionalidad argentina, y proyectado la revolución republicana rioplatense a escala continental, y la puesta en valor de la biografía como “tipo historiográfico” -como señaló José Luis Romero en un estudio pionero- la que incitaría a proyectar el carácter singular de la experiencia humana en el cuadro de variaciones de la vida histórica (Romero, 1944). Una valoración de quien habría de renovar las formas de hacer historia en el país, y que ya había puesto en cuestión el método histórico erudito cultivado en los principales ámbitos académicos argentinos al que atribuía el escaso interés que despertaban el resultado de sus investigaciones en el “lector medio” que contrastaba con el éxito de la industria editorial en el país.

Con o sin diálogo evidente con las reflexiones sobre la potencialidad de la biografía realizadas por Romero, las obras reeditadas por el profesor Garcete ponen de relieve el interés de sus autores de trazar estampas de vidas revolucionarias que no habían sido motivo de atención específica, y que merecían ser abordadas en vista a justificar desempeños públicos olvidados o también para atestiguar protagonismos menos célebres, aunque cruciales de las guerras revolucionarias.

En el primer registro han de ubicarse las biografías de Pueyrredón, Castelli y Monteagudo que integran la colección. La primera porque, a juicio de su autor, el Dr. Raffo de la Reta, la vida del Director Supremo que trabó lazos firmes con San Martín para impulsar el plan continental y consolidar la independencia sudamericana, no había despertado interés en la comunidad de historiadores por lo que se veía obligado a reparar semejante olvido con una biografía que cubriera los principales trazos de su accionar público. Un diagnóstico que ya había advertido Miguel Cané en Juvenilia en la que había destacado “la extrañeza del silencio histórico” sobre su figura. Al momento de publicar el libro en la colección “Hombres representativos de la Historia de la Argentina”, dirigida por la Academia Nacional de la Historia de la que formaba parte, el historiador y político que había sido funcionario y diputado nacional por Mendoza, ya había ensayado el género biográfico con un estudio dedicado a la controversial figura del chileno José Miguel Carrera (La Facultad, 1935). Pero si el objetivo y factura entre una y otra podían llegar a diferir en vista a que la revisión de la vida del principal rival de Pueyrredón, San Martín y O’Higgins le permitían deslindar responsabilidades del héroe de los Andes en el suplicio de los hermanos muertos en Mendoza, el abordaje de la vida de Pueyrredón tuvo un doble propósito: poner a disposición de los lectores documentación no disponible en archivos públicos, y subrayar aspectos de su personalidad que le permitieron conducir el gobierno inmerso en el caos interno, y frente a una situación internacional incierta como consecuencia de las guerras napoleónicas primero, que conmovieron hasta en sus cimientos a las naciones europeas y de la Santa Alianza después, con sus imprevistas combinaciones dinásticas y políticas. Una revisión relevante que por su carácter reivindicativo no se hizo eco de los estudios y debates historiográficos que habían exhumado documentos de archivos franceses que demostraban las gestiones entabladas por los directoriales para instalar la monarquía constitucional en América con un príncipe europeo en la cúspide.

Por su parte, la biografía de Juan José Castelli pone en escena la primera narrativa dedicada al “Adalid de Mayo” escrita por el historiador paraguayo Julio César Chávez y publicada por Editorial Ayacucho en 1944 y reeditada en 1957. Para esta ocasión, el editor invitó a prologar el relato de vida épico a Nemesio Juárez, el realizador del film La revolución es un Sueño Eterno inspirado en la novela de Andrés Rivera cuyo desarrollo coincide o anticipa la épica de la revolución que estructura la investigación realizada por Chávez con la que cree “ofrecer una contribución modesta al mejor conocimiento de un capítulo apasionante de la historia del Plata”, después de consultar archivos y bibliotecas de Buenos Aires. Esa trayectoria contempla la reconstrucción de la vida familiar y doméstica, la sociabilidad educativa y universitaria ensayada entre el colegio Monserrat de Córdoba y la prestigiosa Universidad carolina de Charcas en la que juró lealtad a la monarquía, su rey, religión y leyes; el regreso a Buenos Aires y la labor desarrollada en el foro junto a la periodística; la decisión de fundar familia con una de las Lynch a la vez que ganaba fama y fijaba residencia en una chacra de San Isidro. Pero es la integración en el círculo de los “iluminados soñadores”, es decir, el peso de las ideas como motor del cambio que se precipita en el orbe hispánico el que organiza la breve e intensa vida revolucionaria de Castelli: un rasgo capital del principal orador del memorable Cabildo Abierto del 22 de mayo que fundamentó la vacancia del poder y la reversión de la soberanía al pueblo para convertirse luego en brazo ejecutor de la justicia revolucionaria en Cabeza del Tigre y en el Alto Perú donde proclamó la libertad a conquistar ante las ruinas del Tiahuanaco.

A su vez, la biografía sobre Monteagudo de Mariano Pelliza, editada por primera vez en 1880, reúne los volúmenes originarios que distinguían las dos etapas de su convulsa vida al servicio de la revolución de América. La primera que se inicia con la “revolución de Chuquisaca el 25 de mayo de 1809” y concluye con la crisis de 1815 que tumba al director supremo Carlos de Alvear, a cuyo servicio había puesto su pluma de periodista y su influencia de diputado en la Asamblea constituyente. La segunda que arranca con el regreso del destierro en 1817, reconstruye la vinculación con San Martín y O’Higgins en Santiago de Chile a despecho de Tomas Guido y los amigos de la logia, destaca su protagonismo en el fusilamiento de los hermanos Carrera en Mendoza en 1818, y de los prisioneros españoles en San Luis al año siguiente, y avanza con el Monteagudo que llega a Lima: se trata de quien promueve la monarquía constitucional en las páginas del Pacificador del Perú mientras San Martín se erige en Protector de los Pueblos Libres, anima el debate en la Sociedad Patriótica y la Gaceta Ministerial, incita la fundación de la biblioteca nacional, radicaliza la política antipeninsular mientras se produce el encuentro de los Libertadores en Guayaquil; una política que lo conduce al destierro, termina de licuar el capital político del Libertador, para regresar luego con Bolívar y morir en una calle de Lima.

Finalmente, el plan editorial incluye la reedición del texto San Martín y Córdoba que el profesor Olmedo publicó en 1944, y obtuvo distinciones en los concursos literarios organizados con motivo del Año del Libertador. En ella el autor no solo se proponía honrar el pasado nacional sino el linaje patricio del que descendía y que tenía como epicentro los vínculos, accionar y relaciones de su bisabuelo, José Ramón Olmedo. Un personaje central de la cadena de intermediación mercantil, información y relaciones entre la economía mediterránea y el Cuyo liderado por San Martín mientras equipaba la máquina militar que cruzaría la cordillera en el verano de 1817. El profesor Olmedo (un ferviente devoto de la enseñanza religiosa restablecida por el gobierno militar en 1943), contó con información valiosa para hacerlo, la familiar, que contiene valiosas piezas epistolares producidas o recibidas por sus antepasados que habían sido preservadas celosamente por sus descendientes hasta la publicación del libro. En la selección de documentos que se reproducen y que por tal pueden ser objeto de nuevas pesquisas, emanan testimonios valiosos de los intercambios, valoraciones y motivaciones que instaló la marea revolucionaria en la jurisdicción cordobesa y que, como en otras partes, alcanzó a las mujeres convirtiéndolas en engranajes cruciales de la vida doméstica y pública en aquel tiempo de intensas transformaciones.

Sin duda, alguna mirada de conjunto de los cuatro libros “recobrados” por el profesor Garcete permitirán incursionar por los actores del pasado, y descubrir además los contextos cambiantes en los que se formalizaron los estudios históricos entre fines del siglo XIX y la Argentina de entreguerras: un ejercicio intelectual generalmente incitante en tanto permite comprender aspectos claves no sólo de la cultura histórica nacional, sino de su imbricación con la cultura política.

Referencias bibliográficas

Cattaruzza, A. (2003). “El historiador en la Argentina de entreguerras” en A. Cattaruzza y A- Eujanián, Políticas de la Historia. Argentina 1860-1960, Buenos Aires / Madrid, Alianza Editorial

Devoto, F. y Pagano, N. (2009). Historia de la Historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana

Degiovanni, F. (2007). Los textos de la Patria. Nacionalismo, políticas culturales y canon en Argentina. Rosario, Beatriz Viterbo editora, 2007.

Romero, José L. (1944). “La biografía como tipo historiográfico”, en Humanidades, La Plata, tomo 29.

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