Artículos
Favores cruzados. Ecos del cambio institucional en la correspondencia entre Francisco de Prieto y Pulido (Buenos Aires) y Juan Antonio Ruiz Tagle (La Plata), 1768-1798
Investigaciones y Ensayos
Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, Argentina
ISSN: 2545-7055
ISSN-e: 0539-242X
Periodicidad: Semestral
vol. 73, 2022
Recepción: 08 Febrero 2022
Aprobación: 03 Mayo 2022
Resumen: Con la correspondencia mantenida entre 1768 y 1798 entre Francisco de Prieto y Pulido (Buenos Aires) y Juan Antonio Ruiz Tagle (La Plata) como eje se aborda la observación de la incidencia de los cambios institucionales en la relación que a su vez muestra de modo indirecto la elevación de Buenos Aires a centro de poder con la creación del Virreinato del Río de la Plata. En el camino, a través del contenido del intercambio, se observa el papel de las relaciones interpersonales en la administración de justicia y diversos aspectos del mundo de valores que transpiran de sus acciones y de sus dichos, que muestran sujetos férreamente anclados en la cultura jurisdiccional y aparentemente sin advertir que ese mundo se está desmoronando.
Palabras clave: Virreinato del Río de la Plata, cambio institucional, intercambio epistolar, Juan Antonio Ruiz Tagle, Francisco de Prieto y Pulido.
Abstract: Using part of the correspondence (1768 and 1798) between Francisco de Prieto y Pulido (Buenos Aires) and Juan Antonio Ruiz Tagle (La Plata) as its axis, the work observes the incidence of institutional changes in the relationship between them. It also indirectly shows the elevation of Buenos Aires to the center of power with the creation of the Viceroyalty of the Río de la Plata. Along the way, through the content of the exchange, we observe the role of interpersonal relationships in the administration of justice and various aspects of the world of values that transpire from their actions and their sayings, which show subjects firmly anchored in the jurisdictional culture and apparently without realizing that this world is falling apart.
Keywords: Viceroyalty of the Río de la Plata, Institutional change, Letter exchange, Juan Antonio Ruiz Tagle, Francisco de Prieto y Pulido .
Introducción
Vinculados por temas judiciales, Francisco de Prieto y Pulido (1737-1798, castellano, instalado en Buenos Aires f. años 1750) y Juan Antonio Ruiz Tagle (m. 1800, montañés, instalado en La Plata) mantuvieron correspondencia entre 1768 y 1798. Del conjunto de facetas que tuvieron sus vidas, se observa en este texto las que los muestra como nodos de conexión entre redes de relaciones interpersonales, principalmente en temas vinculados con la administración de justicia, mediante una parte de la correspondencia que mantuvieron.[1]
La documentación está en el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires (La Plata, Argentina) y de lo que fue el intercambio sólo se conserva la que el azar rescató de la correspondencia recibida por Prieto y Pulido, en la que también hay ecos de la enviada por las características del género epistolar del que se trata.
La relación observada muestra, entre otras cosas, y en un mundo[2] ritmado por una eterna danza de favores y contra favores[3], pequeños ecos de grandes cambios. Como podría ser, por ejemplo, que como derivación de la creación del Virreinato del Río de la Plata con capital en Buenos Aires un procurador porteño tuviese algún elemento de presión sobre un chuquisaqueño para que le consiga unos vasos de palo santo de características muy precisas para satisfacer los caprichos de su niña (v. nota 95).
Al parecer, la parte utilitaria de la amistad que los unió se relaciona con que Ruiz Tagle tenía acceso a miembros de la Audiencia de La Plata en tanto que Prieto, hasta 1777-1778 aparece ante todo como solicitador de favores más importantes que los que él le puede prestar a su amigo, en tanto que desde la creación del Virreinato del Río de la Plata la relación se comienza a equilibrar al respecto. Más aún desde 1785, cuando Prieto deviene el primer Escribano de Cámara de la recién creada Audiencia Pretorial de Buenos Aires. Desde 1786-1787, la relación parece invertida, Prieto ocupará a su amigo en un largo pleito de su yerno con un exsocio y poco más, en tanto que Ruiz Tagle no deja encomendar a su corresponsal diversas acciones.
En los poderes e instrucciones formales a través de los cuales unos confiaban el seguimiento de sus asuntos a otros no aparece, ni puede aparecer, lo que en el secreto de una conversación se dice y no se confía a la pluma. La relación a distancia hace que haya que decir por escrito, si no todo, al menos mucho más que lo posible en los papeles que al redactarlos se sabe que van al expediente o en unas instrucciones que, aunque privadas, también pueden terminar en una causa. No me atrevo a establecer cuándo se dice la verdad y cuándo no en las cartas (tampoco importa demasiado a los fines del texto), ni siquiera si Ruiz Tagle o Prieto y Pulido son parte de engaños o actúan de buena fe y simplemente transmiten lo que se les dijo y pidió, pero la repetición de casos de figura hace suponer que los valores subyacentes son los de ese mundo y las conductas que comentan eran posibles.
El trabajo con las fuentes se abordó con la intención de catalogar y sistematizar la información que contienen en función de una encuesta precisa y poco ambiciosa como es observar el cambio institucional en las relaciones entre dos personas, que me atrevería situar en la franja media de la casta de españoles. Pero la naturaleza del vínculo entre estas personas hace que el contenido de sus cartas sea muy diverso y que lo personal esté en los márgenes. Se habla más de otra gente y sus cosas que de los corresponsales y las suyas, salvo que sean tema de causas judiciales. Eso hace que la información que contienen sea muy diversa y que con este mismo conjunto de cartas se suman datos y casos que acompañan muy diversos aspectos abordados por la historiografía especializada. Ello lleva a que el mismo procesamiento de estas fuentes reactive en permanencia contenidos de muy diversa bibliografía y que, finalmente, la observación se haga desde una visión de conjunto del mundo en el que operaban los sujetos.
Nada de lo que se puede ver de ese mundo en estas cartas no ha sido ya analizado y explicado por diversas ramas y sub ramas de la historiografía cuyos resultados forman parte ya de ese “fondo común” de conocimientos que disponen quienes se interesan en un período. Las cartas permiten ver todo junto y entremezclado como en un cambalache. A veces con párrafos cortos se hace el punto sobre varias causas, a veces una carta está casi por entero dedicado a una. Combinados de diversa forma en cada carta puede haber la recomendación de un viajante; temas familiares (de la propia familia o la de otros); instrucciones para el cobro de una deuda; comentarios breves sobre estado de las causas que se tiene entre manos; un pedido personal o de un tercero que conviene asistir en algún capricho o necesidad de consumo; datos sobre la cultura material; noticias que se consideran importantes y alguna reflexión personal sobre los hechos; agradecimientos; ofensas recibidas; tipos de servicios que se prestan y su valoración; instrucciones para remitir caudales o bienes a Europa, muchas veces acompañadas de otras instrucciones sobre cómo lo enviado debe lubricar y propiciar el resultado favorable de un trámite o una causa; novedades institucionales y de movimiento de servidores reales; perfiles de las personas mencionadas y que no son conocidas por el interlocutor (evidentemente generosos con los amigos o los que se quiere hacer aparecer como tales y despiadados con los no-amigos); cotilleos que bien mirados complementan perfiles negativos[4]; la moral pública y lo que la ofende; estado de salud de amigos y enemigos; enfermedades y medicinas; muertes que tras el “Dios lo tenga en su gloria” o similar, son sopesadas en función del desarrollo de una causa o de la promoción de alguien al cargo dejado vacante y, a veces, anunciadas con una congoja que parece sincera; desastres naturales enviados por Dios; infamias de los hombres.
En las cartas se diseñan estrategias. Por ejemplo, establecer una línea argumental de base para una causa. Decidir la contratación de tal o cual abogado en función de su pericia en el tema a abordar o por sus relaciones, que son las necesarias en ese caso. Tratar de que cierta causa pase por cierta persona por saber que por su modo de juzgar se obtendrá lo que se busca o decir a quiénes evitar (no necesariamente enemigos, alcanza con que sean personas “poco seguras”). También se desnudan argumentos o se advierte sobre aspectos que sería mejor no resaltar. Las cartas igualmente contienen servicios prestados al rey, que aparecen en escena ‑como es de esperarse- a la hora de promover nombramientos o de sostener honras en peligro.
El telón de fondo de la observación es la administración de justicia, tanto de la que podríamos llamar “propiamente dicha” (en las audiencias de La Plata y de Buenos Aires) como de la ejercida en la función de policía (la corte madrileña, y las virreinales limeña y porteña). Al respecto, estas cartas no aportan novedades a lo conocido en torno al fuerte peso del factor relacional en el funcionamiento de la administración de justicia, que emerge crudamente distributiva y como un poder que se inclina del lado de quien puede seducir mejor a sus integrantes sobre la justicia de una causa y no siempre por medio de regalos. Siempre aparece en algún momento la vinculación entre la causa o el trámite que se emprende o el nombramiento que se busca con las cualidades de las personas y la justicia que merecen, con criterios que suman comprensión a qué hay de revolucionario en la primera oración del primer artículo de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, aunque la segunda oración ya recuerde que en los hechos siempre habrá algunos más iguales que otros.
Entre las desigualdades del Antiguo Régimen, la más visible en estas cartas es la existente entre el conjunto hispano-criollo y los indígenas, pero también se observan las gradaciones dentro de la sociedad hispano-criolla dentro de un orden estamental en el que todos los españoles, americanos y europeos, están por encima de los indígenas y cierran filas en apoyo de un grupo dominante regional en caso de conflictos.
A través de estos dos hombres se ve la articulación complementaria y conflictiva entre grupos dominantes regionales. La observación parece servir de caso de algo que señala Ruggiero Romano en relación a una dominación basada en la articulación de redes oligárquicas (Romano, 1987). Así sea en un pleito entre comerciantes, lo que entra en conflicto son las redes que cada parte puede agitar.[5]
Si se explora la idea de Romano, se puede observar que hay diversidad de situaciones locales dentro de la unidad en los objetivos de los grupos dominantes y los marcos conceptuales de la dominación. Una de las variables a considerar a la hora de mirar el conjunto y sus subconjuntos es que, mientras que las oligarquías comarcales estaban articuladas en redes de intensidad y complementariedad/conflictividad variable (que revelan el policentrismo del poder), los grupos subalternos a cada oligarquía no están comunicados entre sí. La enorme mayoría de las tensiones sociales dentro de cada espacio se resuelven internamente, salvo cuando el conflicto corre el peligro de transformarse en general.
En cuanto a los esclavizados, son visibles en estas cartas niñas y mujeres muy jóvenes que se encargan a Buenos Aires destinadas al servicio doméstico en el Alto Perú. Se detallan las características que deben tener, y los defectos que no, al momento de hacerse el pedido o se resaltan las buenas que tienen al hacer a Buenos Aires comentarios satisfechos una vez recibidas. Junto con alguna queja sobre la mercadería recibida, en conjunto los datos podrían servir para elaborar el perfil de la esclavizada doméstica ideal.
Entonces, de lejos se observa cómo dos individuos viven los procesos generales en los que estaban inmersos, tratando de “hacer la vida” adaptándose a los cambios de coyuntura, algunas veces opinando sobre las decisiones de Madrid[6] o de Buenos Aires[7], otras comentando rumores[8]. También aparecen comentarios que muestran que estos amigos se saben parte de un conjunto mayor, que saben que remotos conflictos de la Monarquía también les conciernen[9] y también se observa que pueden leer a partir de lo local el estado del conjunto[10]. En estas cartas, el ‘mundo’ es la Monarquía y sus vecindades (v. Ruiz Ibáñez, 2013) y dentro de ese mundo, las fuentes muestran lo local y lo global. Todo, tal vez, sin tener demasiada conciencia de que sus elecciones contribuían a moldear esa realidad en la que se autoperciben como hojas arrastradas por el viento o, para ser más fiel a sus valores, pecadores en manos de una divinidad vengativa. No aparece fractura dentro del “nosotros” que proponen las cartas en cuanto a la pertenencia a la Monarquía Hispánica y la vinculación de la propia suerte a la del conjunto, que no emerge de las cartas formado por una metrópolis y sus colonias. Ni Prieto ni Ruiz parecen consternados ante los cambios institucionales, más bien los ven con buenos ojos y como oportunidades. Ciertamente, se presta más atención al rey en su vinculación y decisiones en relación con los espacios de vida de los actores, pero también se tiene presente que es el rey de otros y de todos, así como que la suerte de la comarca va a atada a la de un conjunto que se puede ver afectado por lo que pase en Constantinopla.
Tal vez no podía ser de otro modo en personas que operaban en la justicia, el centro mismo del argumento legitimador de toda la dominación en el Antiguo Régimen que conocemos como la cultura jurisdiccional, vehiculizando sus acciones dentro de un entramado institucional que, del lado americano, intenta mantener la ‘monarquía compuesta’ en su diversidad en tanto que del de la corona se la quiere transformar en dirección de la centralización y la homogeneización de la dominación por vías administrativas, todo dentro de un inestable juego de poderles policéntricos y parcialmente superpuestos entre sí, puestos en movimiento por las acciones de los individuos en función de objetivos personales.[11]
En el resto del trabajo, en primer lugar, se presentan perfiles generales de Francisco de Prieto y Pulido y de Juan Antonio Ruiz Tagle, apuntando a tratar de establecer quiénes eran cada uno en sus comarcas y qué podían ofrecer al otro. En segundo lugar, se explota la información de las cartas en función del seguimiento de la relación buscando ver si algo en sus dinámicas se explica por cambios institucionales, habida cuenta de que hay variables fijas que son los diversos objetos concretos que articulan la relación. Dicho de otro modo, se tratan siempre tipos de asuntos muy similares, lo que cambian son las personas y los contextos. Ello lleva a una escritura con un denso aparato erudito que sostiene la descripción e intento de explicación propuesta al tiempo que las transcripciones se espera que operen como ventanas de acceso al mundo observado. Finalmente, hay un “cierre”, que no son conclusiones, en el que recapitulo elementos del cuerpo del texto en función de esta introducción.
Los actores
Facundo de Prieto y Pulido fue un castellano que se radica en Buenos Aires a fines de la década de 1750, que ejerció varias funciones asociadas a la curia y que buscó mejorar su patrimonio mediante la inversión en propiedades urbanas[12]. A su muerte en 1798 era Escribano de Cámara de la Real Audiencia de Buenos Aires[13] y había logrado amasar un relativamente importante capital económico y social (en función del contexto). Aunque ninguno de los dos alcanza para ubicarlo en el centro del grupo de poder, vivió en permanente relación con él desde ese lugar peculiar que ocupan quienes le brindan servicios esenciales[14], pero que claramente le están subordinados y que desde el margen de las elites contribuyen a su fortalecimiento a cambio de una cierta ilusión de pertenecer a ellas.
Prieto y Pulido retuvo la atención de la historiografía. Marta Petit (1980) se acercó a su vida. Aparece en los estudios bibliotecológicos por haber sido un reconocido bibliófilo en su tiempo y, sobre todo, porque la donación que hizo de su biblioteca personal al convento de la Merced generó la primera biblioteca pública conventual de Buenos Aires (Parada, 2002). También se lo conoce porque en su archivo quedaron numerosas fuentes raramente conservadas y útiles para el estudio de la historia social de la arquitectura (Otero, 2005).
Francisco de Prieto y Pulido nació en Briviesca, Obispado de Burgos, Castilla la Vieja el 27 de enero de 1737. En 1754[15] y 1756[16] se lo puede ubicar en la Cartagena peninsular. En 1759 ya está en Buenos Aires, casándose el 1º de septiembre [17] con María de las Nieves Justa de Aguirre y González, con quien tuvo a su única hija, Juana Francisca, nacida el 9 de octubre de 1760 y bautizada al día siguiente.[18]
Al parecer Prieto y Pulido no era un buen partido al bajarse del barco que lo dejó en Buenos Aires y si entre sus objetivos migratorios estaba cazar una buena dote, parece que se casó con lo que pudo, si es que no fue por amor. La esposa de Prieto aportó arraigo y una red local, pero no fortuna. Su padre murió en mayo de 1767, dejando a su viuda y, además de la esposa de Prieto, una hija menor de edad (Francisca) y cuatro varones adultos: Fray Agustín (franciscano), Policarpo, Sebastián y Manuel (residentes en Santa Fe). Otro hijo, Juan Antonio había fallecido en Paraguay con tres hijos. Del inventario y tasación de los bienes del suegro de Prieto y Pulido se observa que poco tenía.[19]
El 15 de enero de 1762 Prieto compró a Antonio de Herrera el oficio de Procurador de número[20] de la ciudad de Buenos Aires.[21] En 1763, al tiempo que junto a otros tres procuradores porteños busca la confirmación del oficio por parte de la Real Audiencia de La Plata, emprende junto a los otros procuradores de Buenos Aires lo que veo como su primera lucha por lograr ocupar en la sociedad el lugar que creía merecer. Se trata de obtener que no les quiten el uso del “Don”, ya que como se desprende de los papeles conservados, en La Plata los procuradores no lo merecían y el argumento de Prieto es que él y los otros que habían comprado procuradurías en Buenos Aires ya habían entrado al oficio en su posesión.[22]
En 1764 compra una casa[23] y a comienzos de 1766 se declara vecino de Buenos Aires en el testamento que registra ante su inminente viaje a “las provincias de arriba”[24], al tiempo que era admitido en la orden tercera de la virgen de La Merced, radicada en el convento de san Ramón Nonato.[25]
El viaje tuvo por objeto rendir los exámenes para obtener el grado de Bachiller en Sagrados Cánones y Leyes en la Real Universidad de San Francisco Javier.[26] El 1º de diciembre de 1766 se lo autoriza a realizar las prácticas de jurisprudencia con alguno de los abogados residentes en Buenos Aires, pero con la condición de que los últimos seis meses los haga con un abogado radicado en La Plata.[27] En marzo de 1767 ya está de regreso en Buenos Aires.[28]
Seguramente el vínculo entre Prieto y Pulido y Ruiz Tagle se forjó durante la breve estancia del primero en La Plata, tal vez a partir de alguna carta de recomendación como era de estilo. Prieto y Pulido emprendió el regreso a Buenos Aires por diciembre de 1766 y en apariencia ya no se volvió a mover de allí, pero mantuvo correspondencia con Ruiz Tagle hasta su muerte en mayo de 1798 y a lo largo de los años la amistad epistolar sumó a las familias a través de regalos en una[29] y otra dirección[30].
No he podido obtener demasiados detalles sobre Juan Antonio Ruiz Tagle y en su mayoría, los que poseo, transpiran de la correspondencia analizada o de documentación conservada en los archivos bolivianos. En las fuentes trabajadas para este texto se ve a Juan Antonio Ruiz Tagle sobre todo como agente mediador dentro del ámbito de la justicia, como amigo de amigos y conocido de todos[31], moviéndose mayormente entre bambalinas y sin aparecer en las causas como apoderado de algún querellante[32].
Ruiz Tagle nació en Torre de la Vega, “en las Montañas de Santander”, provincia de Burgos (hoy Cantabria). Falleció en La Plata en marzo de 1800. Casado con Juana López (que lo precedió en la tumba) y con cuatro hijos.[33] En el poder para testar se menciona que ambos contrayentes entraron sin bienes al matrimonio, y no está claro si dejó mucho o poco al fallecer. [34] Ejerció cargos dentro de la administración real. Los inventarios digitalizados del Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia[35] lo muestran en la Real Hacienda (teniente de oficial real en La Plata), en la administración de la provincia de Moxos[36], en las Temporalidades, en la Contaduría Real de diezmos del Arzobispado de Charcas y como administrador de correos en La Plata (oficina subalterna de la de Potosí)[37]. En 1784 fue Alcalde ordinario de La Plata. En los mismos registros se lo ve relacionado con operaciones comerciales relacionadas con el servicio real o interviniendo en diversas operaciones entre particulares como apoderado o albacea testamentario. No parece contar con grados universitarios ni se detectaron vinculaciones formales con la Audiencia de La Plata. Sin embargo, toda la correspondencia analizada muestra que en paralelo a sus actividades formalizadas opera en el ámbito judicial a través de sus relaciones.
Aunque no se ha logrado establecer por dónde pasa la conexión, Juan Antonio Ruiz Tagle puede ser que tenga algún parentesco colateral con los Ruiz Tagle de Chile.[38] Esos Ruiz Tagle chilenos son un desprendimiento de los Tagle Bracho originarios de Ruiloba (Cantabria), a 27 km de Torrelavega donde nació Ruiz Tagle.[39] De modo que la vinculación pudo haber sido con el tronco principal y ser primo lejano de los americanizados de vieja data (Aguilar Sánchez, 2010). Cualquiera haya sido el vínculo fue suficiente para que Juan Antonio Ruiz Tagle entrase en el círculo de confianza de Pedro de Tagle Bracho[40], quien proviene de los Torre Tagle de Lima (emparentados con los chilenos) y fue oidor en algún momento antes de pasar a otros destinos. Llama la atención que son criollos varios de los personajes ante los que acciona Ruiz Tagle en La Plata o para los que pide favores a Prieto y Pulido cuando tienen causas en la capital virreinal.
Al parecer, si Ruiz Tagle dejó una buena herencia (a pesar de lo que sugiere el inventario post-mortem, v. nota 34), se diluyó o se la llevó la revolución. Su hija María Magdalena tuvo que tramitar en 1817 el reconocimiento en tanto que pobre de solemnidad en el pedido de nulidad del matrimonio que había contraído en diciembre de 1800, en medio de un escándalo que dio que hablar a la gente decente de La Plata[41], con José Santos Cabero Campero.
Favores que van y vienen
La creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776-1777 hizo, entre tantas cosas, que dentro de la nueva jurisdicción todas las redes de relaciones articuladas a lo largo del tiempo para operar en la corte virreinal limeña dejaran de ser útiles, al tiempo que se debieron crear nuevas que terminasen en Buenos Aires o resignificar las existentes. Quien ya contase con sólidos apoyos allí seguramente se habrá sentido con ventajas en relación a otros y, más aún en 1785 al crearse la Audiencia de Buenos Aires que sustraía de la jurisdicción de la de La Plata amplios espacios y la ponía bajo su dependencia. Sin dudas, tener amigos útiles para operar en la flamante corte virreinal porteña debe haber resignificado el lugar de los actores en sus redes comarcales y, en La Plata, Juan Antonio Ruiz Tagle fue uno de los que contó con esa ventaja comparativa inicial.[42]
Ello se refleja en la correspondencia observada y permite establecer una suerte de periodización dentro de ella, en la que Prieto y Pulido hasta 1777-1778 es ante todo un solicitador de favores y tras esa fecha también un proveedor.
Prieto y Pulido como solicitador de favores
Facundo de Prieto y Pulido, como se mencionó, compró en 1762 una procuraduría en Buenos Aires. Desde esa función va a encomendar a Ruiz Tagle el seguimiento de varios pleitos que se ventilan en La Plata, así como ayudas para la concreción de negocios de terceros o el cobro de deudas. Ruiz Tagle administra su capital relacional en función de parámetros que ante todo buscan mantener su propia posición dentro de su red.
Juan Antonio Ruiz Tagle revela lograr establecer siempre buenas relaciones con uno o más oidores de la Audiencia, en algunos casos inclusive con su presidente, y ello le hace acreedor de sus amistades y enemistades. Por ejemplo, hereda y asume serios conflictos que tuvo Pedro de Tagle Bracho (oidor) con el Virrey Amat y con sus pares de la Audiencia, lo que por momentos torna su interlocución y capacidad de influencia en los procesos nula o limitada.[43] La correspondencia muestra relaciones inestables con el oidor José López Lisperguer[44] y más neutras con Ramón Rivera y Peña[45]. Sobre otros oidores sólo hay menciones que no permiten pensar que formaban parte de los recursos que eventualmente Ruiz Tagle podía intentar poner en movimiento. En algunos momentos, Ruiz Tagle se reconoce impotente, ya que su red está en desgracia o desarticulada por la renovación de servidores reales.[46]
En cuanto a los fiscales, decididamente no se lleva bien con Navarro ni con Martínez (por opositores a Pedro de Tagle Bracho) y parece contar con varios abogados a los que distingue por capacidades diferentes y útiles en diferentes tipos de causas o por sus relaciones. A fines de los años 1780 parece haber recompuesto su red de influencias y se muestra eficaz interlocutor con la novedad que supusieron los intendentes.
Ruiz Tagle administra sus favores en función de la importancia que ante sus ojos tenía el recomendado por Prieto y Pulido. Ello se ve al informar sus esfuerzos por avanzar las causas en la dirección esperada desde Buenos Aires, sin dejar de mencionar las gestiones realizadas y ante quien. Sus funciones relacionadas con la administración de correos, hacen que se muestre siempre listo para atender los pedidos relacionados con Manuel Basavilbaso, administrador general de la Renta de Correos en el Río de la Plata y por lo tanto su superior jerárquico.[47] También, por ejemplo, atiende con diligencia las del comerciante Vicente de Azcuénaga, del abogado José Vicente o del comerciante Adrián Pedro Warnes y de su esposa, Sabina de Sorarte. Aunque no siempre lleva las de ganar.[48]
Del mismo modo, intenta navegar sin desgracias personales cuando alguno de los casos que Prieto le confía le puede ser contraproducente o genera tensión con fidelidades más fuertes que la que le debe a Prieto o a sus recomendados. Un buen ejemplo lo da el seguimiento de un conflicto entre Juan de Osorio y el Cabildo de Buenos Aires en 1776. Habiendo sido recomendada a Ruiz Tagle la causa de Osorio por Prieto, éste finalmente gestionó a favor del cabildo, ya que un “Sr. Ministro” quiso que así lo hiciera. Ello no lo exime de sentirse en la obligación de dar explicaciones a Prieto en una esquela sin firma[49] al tiempo que le recuerda que desde Buenos Aires se pueden tener ideas equivocadas sobre potenciales apoyos existentes en La Plata[50] o manifestarle un año más tarde que, aunque aceptó el poder que le confirió el cabildo porteño, no se ocupaba arduamente de hacer avanzar su causa[51]. En otro pleito, alguien a quien Ruiz Tagle muestra especial deferencia, Manuel Antonio Warnes, se opone a un personaje emparentado con su esposa, el Dr. José Pablo Conti[52] (quien a su vez debe dinero a Prieto y Pulido[53]). Por más que Ruiz Tagle reconoce la razón de Warnes, se inclina por los ruegos de su mujer[54] y a pesar de que Conti no es de su agrado.[55] En contrapartida, cuando Prieto y Pulido pide no ya a favor, sino en contra de alguien y ese alguien no cuenta para Ruiz Tagle, se muestra dispuesto a cooperar.[56]
El mayor fracaso de Ruiz Tagle en esta etapa se relaciona con un pedido personal de Prieto, quien quiere agregar “Dr.” al “Don” que le costó conservar. Como se mencionó, había obtenido el grado de Bachiller en Chuquisaca. Pero regresó a Buenos Aires sin haber permanecido como pasante de un abogado ni dar el examen final que con el que obtendría el título de abogado confirmado por la Audiencia. Realizó las prácticas profesionales en Buenos Aires y cuando en 1770 quiso ir al Alto Perú para pasar el examen, el gobernador no le permite ausentarse alegando que su presencia era muy necesaria en la ciudad. Ello abre un intento por conseguir la habilitación como abogado a distancia y sin pasar el examen. El asunto es confiado formalmente mediante poder a Juan Bautista Lemoine[57] e informalmente a Ruiz Tagle.
El asunto es tema en muchas cartas entre 1770 y 1775, no sólo de Ruiz Tagle sino también de Lemoine. Ya en la primera carta en que aparece el tema, de marzo de 1770, Ruiz Tagle anuncia que el asunto “tiene sus espinas” y que no cuentan con el apoyo del fiscal[58], situación que se mantiene[59] y en noviembre, Ruiz Tagle en una esquela comenta un medio que tal vez lo gane para la causa[60], cosa que finalmente no sucedió. Lemoine informa “la repugnancia que manifestaron los Señores en dispensar que Vm viniese aquí al examen…” y que al haber consultado a un abogado “me cerró las puertas porque a todos los de su profesión les duele que haya por esos parajes quien de vado a los negocios embarazando aquí los recursos…”.[61]
El oidor López Lisperguer parece tener alguna deuda de gratitud con Prieto y Pulido.[62] Hasta llegó a decir que se esforzaría en que el trámite saliera con resolución favorable[63], pero su apoyo no es firme y más bien se opone[64], aunque Prieto tiene alguna esperanza puesta en él.[65] Igual postura, pero expresada más claramente tiene Tagle Bracho, pero al menos ofrece no participar del acuerdo en el que se trate el tema si se formaliza la presentación, al tiempo que manifiesta que el resultado podría ser otro si Prieto fuese a La Plata.[66]
Finalmente se presentó la instancia en 1775[67] con resultas negativas, aunque sin menoscabo para Prieto y Pulido[68] quien aparentemente decide dar por cerrado el tema, al menos por el momento.
Si la mediación de Ruiz Tagle en favor de Prieto y Pulido no fue exitosa, sí lo fue en relación a la mayor parte de los casos que el porteño le confió al chuquisaqueño. La correspondencia no permite entrar en el detalle de los pleitos, pero se observa que Ruiz Tagle mantiene informado a su amigo sobre sobre las diversas instancias que se hacen[69], éxitos alcanzados, en algunas oportunidades con detalles sobre el modo en que se los alcanzó, acusa recibo del impacto causado en Buenos Aires de su gestión[70], y los costos[71]. Entre estos últimos, además de los relacionados con honorarios de abogados o escribientes, insumos y costas procesales[72], aparecen menciones a los regalos que hacían funcionar el sistema. Cuando el dato emerge en la correspondencia, se trata de sumas poco importantes y parecen destinados a agilizar tramitaciones más que a orientar el resultado del fallo.[73] Nunca queda claro en la correspondencia si Ruiz Tagle cobra por sus servicios y en alguna oportunidad se lo ve rechazar una gratificación de 300 pesos.[74]
Aparecen en un lugar destacado los encargos y recomendaciones relacionados con la parentela de sangre y ritual.[75] Los detalles dados en las cartas son mayores, así como las promesas en torno al esfuerzo que se pondrá por hacer lo solicitado.[76]
En toda la correspondencia se observa una búsqueda permanente por la buena administración de las relaciones. Según las distintas coyunturas, que para lo que interesa aquí están determinadas por las relaciones de Ruiz Tagle con los miembros de la Audiencia y su acceso a los abogados. Hay casos que parecen merecer todos los esfuerzos y otros que en cierta medida se los deja seguir su curso natural. El mayor esfuerzo es intervenir directamente ante el presidente de la Audiencia o algún oidor, pero lo más común es intentar llegar al fiscal o al relator. Otra parte importante del éxito reposa en la elección del buen abogado, pero también aquí hay una economía de la administración de los recursos, utilizándose a los más influyentes para promover las causas más densas o que se relacionan con personajes relevantes.[77]
Prieto y Pulido como hacedor de favores
La noticia de la creación del Virreinato del Río de la Plata 1777 sorprendió, “no hay forma de hacerles creer a los Limeños que se divide su gran Virreinato erigiéndose otro en esa Ciudad.” [78] Se esperaba una guerra con Portugal por Colonia del Sacramento[79], había preocupación por el costo para el Perú[80], pero al parecer nada más. La incredulidad dura hasta que el virreinato es declarado definitivo: “Con la noticia de la perpetuidad del Virreinato han mudado por acá las cosas de semblante, porque no faltaban sujetos de grande estofa que creían expiraría con el retiro del Señor Cevallos”.[81] Entre los cambios que genera la nueva organización político-territorial, las provincias altoperuanas y su Audiencia pasan a depender de o interactuar con las autoridades asentadas en Buenos Aires.[82]
De modo que favores que hasta ese momento Ruiz Tagle seguramente pedía a sus contactos en Lima, relacionados con decisiones reservadas al virrey, los comienza a pedir a Prieto y Pulido en Buenos Aires. La aplicación desde 1783 de la Real Ordenanza de Intendentes transformó al Presidente de la Audiencia de La Plata en Presidente de la Audiencia y Gobernador intendente de Chuquisaca al tiempo que creó también un polo de poder en Buenos Aires a través de la figura del Superintendente. Desde 1785, cuando se crea la Audiencia de Buenos Aires, se suman pedidos similares a los que hasta aquí Prieto y Pulido solicitaba a Ruiz Tagle en relación a la de La Plata.
Ya antes de 1776 Prieto y Pulido hacía favores a Ruiz Tagle, pero no se relacionaban con causas judiciales, sino con pedidos personales, suyos o de terceros. Por ejemplo, en la carta más antigua conservada, Ruiz Tagle agradece que Prieto y Pulido haya avanzado 405 pesos ½ real para los gastos del viaje de su tía María Noble, desde Buenos Aires a La Plata.[83] En la misma misiva, comienza a sonar un asunto que se aclara más adelante. Ruiz Tagle confía a Prieto y Pulido la misión de comprarle tres esclavizadas jóvenes, bozales[84], calculando el precio en 180 pesos cada una.[85] La necesidad de esclavizadas es relativamente recurrente.
Ruiz Tagle también hace algunos negocios en Buenos Aires, a través de Prieto y Pulido[86] o pidiéndole que vele por sus intereses supervisando lo que sus eventuales agentes hacen en su nombre[87]. También, hace favores a través de su amigo o lo utiliza de nexo con España.[88]
Ruiz Tagle pide informaciones y servicios a Prieto y Pulido, seguramente para mejor administrar sus asuntos [89] o cumplir en la ejecución de encargos de terceros[90], sin escatimar informaciones que ayuden a alcanzar el objetivo.[91]
En julio de 1777 Ruiz Tagle asume que su amigo porteño ya es algo más que un agente lejano que le puede prestar servicios como los reseñados hasta ahora y se empieza a enriquecer la interdependencia. No sólo por la elevación de Buenos Aires a capital virreinal, también por cambios en la Audiencia de La Plata que auguran que Ruiz Tagle perderá sus más sólidos apoyos, y así:
“Si se verifica la salida de este Caballero [el Presidente de la Audiencia] y la del Sr. Tagle, queda esto perdido y sin protector alguno que nos pueda sostener. Por esto y con motivo del nuevo Virreinato, considerando que se crearán en esa ciudad algunos tribunales, pido a Vm muy encarecidamente se sirva participarme cuando se podrá verificar, que plazas se erigirán y de qué medios me podré valer para conseguir alguna con que pueda subsistir por allá con alguna decencia, y darles educación a mis hijos dejándoles siquiera este Patrimonio, ya que no puedo el de bienes temporales. Con las noticias que Vm me diere tomaré mis medidas y así Amigo, vuelvo a suplicar a Vm el que no omita diligencia alguna para el logro de mi solicitud…”[92]
Aunque el grueso de la correspondencia sigue dando testimonio de las acciones que Ruiz Tagle lleva adelante en el Alto Perú a pedido de Prieto y Pulido y siguen pedidos a Prieto y Pulido de todo tipo[93], también comienzan a aparecer pedidos de favores similares en dirección contraria. Por ejemplo, para poder llegar al virrey.[94] Por primera vez, se observa que Ruiz Tagle comienza a cumplir con pedidos personales de parte del porteño [95]. Sin dudas, los platos de la balanza se comienzan a equilibrar entre ambos.
Así como antes Prieto y Pulido recomendaba a Ruiz Tagle personas para que éste les abriese puertas en La Plata, ahora el segundo le pide al primero que haga lo propio en Buenos Aires.[96] Y comienzan a aparecer y crecer en cantidad desde 1781-1782 los asuntos de terceros que Ruiz Tagle gestiona ante las autoridades virreinales a través de Prieto y Pulido.
Prieto y Pulido sin dudas es consciente de que muchas cosas van a cambiar con la creación del Virreinato del Río de la Plata y decide reflotar su intención de poder abogar sin rendir los exámenes en Chuquisaca. Pide y obtiene del virrey Cevallos la licencia correspondiente, pero bajo condición de que sea revalidada por la Audiencia de La Plata. Ruiz Tagle se muestra solícito, y busca los caminos necesarios para vencer las fuertes resistencias que encuentra[97], que finalmente logra vencer[98] y se alegra por su amigo:
“Yo doy a Vm mil enhorabuenas por el feliz éxito, aunque sea con la consultilla de que se hace dar cuenta al Rey, y me la doy a mí como al más interesado en todas sus satisfacciones.”[99]
Las cosas han cambiado como presumiblemente intuyó Prieto, pero no tanto como él lo necesitaba. Hay en La Plata quienes siguen resistiendo y el tema se prolonga ya que se decide que la novedad debe ser confirmada por la Corte[100], sin que por el momento sepa si finalmente Prieto y Pulido se vio confirmado en Madrid.[101] Al parecer no lo fue, ya que no he visto a Prieto ostentar el “Dr.”.
Sería cuestión de otro texto recuperar cómo se ven las rebeliones de los años 1780-1781 a través de los ojos de Ruiz Tagle, quien no escatima datos y valoraciones personales sobre el drama que se desenvuelve ante sus ojos, así como una vez pasadas no deja de comentar sus ecos y analizarlos en clave política[102]. A los fines de este trabajo sólo interesa señalar que no parecen haber alterado en demasía el funcionamiento de la Audiencia de La Plata.[103] Al menos, la correspondencia que da cuenta de los acontecimientos contiene informaciones sobre avances en las causas.
Para comienzos de 1782 empieza a circular el rumor de que se creará una Audiencia en Buenos Aires[104] y desgraciadamente del año 1785 hay pocas cartas, con lo que no se tienen noticias sobre cómo se recibió en La Plata el establecimiento de la audiencia porteña y la noticia sobre la compra de la escribanía de cámara por Prieto y Pulido.
También 1786 y 1787 son años para los que también se conservan muy pocas cartas, con lo que se pierde parte del seguimiento de un asunto muy caro para Ruiz Tagle y que confía a Prieto y Pulido. Se trata del procesamiento de Juan José Segovia[105], un importante personaje del mundo jurídico altoperuano, de quien Ruiz Tagle había sido padrino de casamiento y que había apoyado las causas de Prieto en la Audiencia de La Plata. El asunto se extiende a los años siguientes y en la correspondencia se observa a Prieto y Pulido utilizando todos sus recursos para favorecer la causa de Segovia.[106]
En el resto de la correspondencia se advierte que en el equilibrio entre las prestaciones y contraprestaciones que se dan estos dos amigos comienza a ser más fuerte el papel de Prieto, y me parece advertir que esos años que quedan oscuros por la falta de cartas, son los años en que los nuevos poderes instalados en Buenos Aires luchan sordamente por establecer su autoridad sobre la jurisdicción asignada. Cuando la correspondencia conservada vuelve a ser abundante, se ve claramente que Ruiz Tagle necesita la medicación Prieto y Pulido tanto como éste antes necesitaba la suya, con el agregado de que además de ventilarse en Buenos Aires asuntos entre agentes privados ante la Audiencia Pretorial, ahora se suman los de los servidores reales ante la corte virreinal (tanto sea para pleitos como para nombramientos), tema para el que antes Ruiz Tagle y Prieto y Pulido debían dirigirse a Lima o a la Corte madrileña.
Las cartas de Ruiz Tagle son más extensas que antes, los asuntos más densos. Cada vez ocupa menos lugar el tratamiento de asuntos relacionados con pleitos entre particulares, seguramente porque habrán sido pocas las causas que los altoperuanos debían ventilar en la audiencia porteña. Cobran más presencia las novedades de personas y acontecimientos diversos. A las derivaciones del enjuiciamiento de Segovia, se suma la residencia de José Ignacio Flores (que se sigue más allá de su muerte en desgracia en Buenos Aires en 1786), otro criollo que había alcanzado la presidencia de la Audiencia de La Plata y que, como Segovia, fue depuesto –si creemos a la correspondencia- a causa de injustas maquinaciones. También aparecen gestiones en favor de individuos para alcanzar nombramientos o traslados a destinos más ventajosos.[107]
En 1789 Ruiz Tagle embarca a Prieto y Pulido en la defensa del esposo de su hija Josefa Javiera, Juan Francisco de los Reyes y Conti, para quien había conseguido la subdelegación de Yamparaes, acusado de malversar fondos del tributo. Ruiz Tagle apuesta todo: “Yo aseguro a Vm por mi vida que Reyes no se ha interesado en un peso…”. La causa se ventilará en Buenos Aires ante la Junta Superior,
“… me pierden al muchacho miserablemente sin haberlo comido ni bebido, y le separarán de la Subdelegación de Yamparaes que le pude conseguir, si es que no hallo arbitrio para lo contrario por medio de algunos Amigos.”[108]
Y Ruiz Tagle decide agitar toda su red a través de Prieto:
“Yo no sé quiénes son los Sres. de la Junta Superior, y si en ella hay alguno de los Sres. Velazco, Pérez o Cicerón [todos individuos que debían a Ruiz Tagle algún que otro favor] impóngales Vm en mi justa solicitud, pues yo por lo mismo no les escribo ahora. Acérquese Vm a ver a D. Rafael [de los Reyes] o pídale el Informe […] para poder hablar en vista de él con el debido fundamento.”[109]
Lo que más adelante busca Ruiz Tagle es el traslado de la causa a una jurisdicción seguramente más manejable para él, al pedir que “en esa Capital no se determine la Causa, sino que se devuelva al Sr. Intendente de Potosí, con expresa orden de que oiga a Reyes, como es de justicia […] y para el logro de esto cuento con todo el favor de Vm.”[110]
Llama la atención la sincronización de desgracias entre estos dos amigos. Al mismo tiempo que se despacha la carta antes citada, el yerno de Prieto y Pulido, Marcelino Callexas Sanz, va a la quiebra por presuntas estafas realizadas por su socio, Manuel García Pérez, quien tras casarse con la hija de un antiguo protector de Prieto (J. B. Lemoine), se establece en La Plata.[111] El fin malhadado de los negocios entre Callexas Sanz y su socio se veía venir, y en cartas anteriores Ruiz Tagle ya daba noticias de las andanzas de García Pérez ante requerimientos de su amigo. Ruiz Tagle, en diciembre, se pone a disposición para ayudarlo en cuanto pueda.[112]
Poco a poco comienzan a disminuir las comunicaciones de acciones emprendidas por Ruiz Tagle a pedido de Prieto y Pulido en el Alto Perú, y para abril de 1791 la correspondencia gira en torno a pedidos de Ruiz Tagle (sigue el asunto de su yerno, otros favores), novedades en torno a movimientos de servidores reales (saber quién está en dónde y haciendo qué, sobre todo miembros antes muy presentes en la red, como el antiguo oidor Tagle Bracho, a quien le van siguiendo la pista y manteniendo contacto en Lima, Quito y Huancavelica), y comentarios sobre la situación general desatada por la Revolución Francesa. “En nada me ocupa Vm, y me tiene corrido, mándeme con toda satisfacción…” reclama Ruiz Tagle.[113] Reaparecen más adelante respuestas a pedidos de Prieto, pero siguen ocupando más espacio los de Ruiz Tagle.
Llama la atención que no se den muchas novedades sobre las andanzas del yerno de Prieto en La Plata y las que hay desconciertan. No aceptó, por dos veces, alojarse en la casa de Ruiz Tagle y sí en la del socio que acusaba de haberlo estafado. Tampoco pidió ayuda a Ruiz Tagle para los pleitos que entabló, lo que le “ha sido muy sensible”. A pesar de ello, cuando ya Callexas Sanz ha regresado a Buenos Aires comenta alguna novedad sobre una posible desavenencia entre García Pérez y su suegro Lemoine y lo hace para que “vea Vm con que Niños se metió el pobre de mi Paisano Calleja a quien dará Vm mis memorias.”[114]
En 1794 comienzan a ocupar más espacio en las cartas las novedades de Europa, y las cartas de Ruiz Tagle muestran el hambre de informaciones seguras en un carrefour de tantas cosas, entre ellas información, como era La Plata. Comenta rumores recibidos de uno y otro lado, pide confirmaciones a Prieto, corrige a su amigo cuando cree tener fuentes más seguras y se horroriza ante los avances de los impíos ya que, ante todo, los revolucionarios son impíos.
La amistad se mantiene y en los últimos años, lo único en que Prieto y Pulido sigue ocupando a su amigo altoperuano es en las derivaciones del eterno pleito de su yerno con García Pérez. Por el contrario, Ruiz Tagle siempre tiene algún nuevo favor que pedirle, como la compra de esclavizados para él o sus relaciones, o relacionados con tramitaciones ante las autoridades virreinales o la Audiencia porteña.
El 27 de mayo de 1798 murió Francisco de Prieto y Pulido y un acongojado Ruiz Tagle escribe al yerno de Prieto, quien se hace cargo de la Escribanía de Cámara porteña[115] y de todos los asuntos del finado:
“Treinta y un años y medio tuve el gusto y honor de llevar una ininterrumpida correspondencia con mi amado el Sr. Don Facundo que en Paz descanse, y de aquí puede Vm inferir lo muy sensible que me es, y será la triste noticia de su fallecimiento […] y como en este y otros semejantes casos no nos queda otro recurso que el de la conformidad con la Santísima Voluntad de Dios, y el de encomendar su Alma al Señor no dude Vm que le tengo y tendré presente en todas mis oraciones; acompañando, como acompaño a Vm y a la Señoras […] en el justo sentimiento y dolor por la pérdida de un Padre tan benéfico, y distinguido, sirviéndose significarles a las mismas Señoras que siempre las serviré con distinguida voluntad siempre que quieran ocuparme en estos parajes.”[116]
El resto de la carta continúa con los pendientes que manejaba con Prieto en su carta precedente. La vida continúa y las redes se renuevan.
Cierre
La correspondencia trabajada, y más cuando la imprudencia, o infidelidad del destinatario para con el remitente hizo que no se destruyeran algunas cartas reservadas y esquelas sin firma, permite ver un ejemplo más sobre cómo la justicia se mueve sobre la base de tráfico de influencias basado en una eterna danza de favores y contrafavores motivados por valores estamentales y de pertenencia a un grupo. Las “gratificaciones” aparecen en esas cartas, pero también en las rendiciones de cuentas de gastos, no hay nada que ocultar, y los regalos eran importantes para agilizar diligenciamiento del proceso y no parecen ser lo que finalmente determinaba su resultado.
En cierta instancia lo que parece tener más peso es conseguir un mediador apropiado con una red con su núcleo asentado en donde se tome la decisión. La dinámica la ponen, entonces, redes de complicidad regidas por intereses particulares, cliques que se articulan y desarticulan y en las que aparecen individuos como Ruiz Tagle o Prieto y Pulido, que desde lo que parece ser el margen de las oligarquías comarcales prestan diversos servicios que las articulan a pesar de la distancia, obteniendo tal vez una sensación de pertenencia más imaginaria que real y llevando prolija cuenta de favores dados y recibidos.[117] Cuando llegó el tiempo de agitar la red en favor propio, a través de los problemas de sus yernos, imagino que ambos habrán sufrido amargos desengaños al ver que individuos a los que ellos sirvieron fielmente durante años privilegiaron los intereses de sus pares antes que los de ellos.
Otra imagen de bulto se relaciona con los cambios aportados por la creación del Virreinato del Río de la Plata. La progresiva inversión de roles que advierto entre los dos amigos refleja dinámicas impuestas por los cambios institucionales diseñados por la Monarquía y la necesaria redefinición de vínculos previos entre el Alto Perú y Río de la Plata. La creación del Virreinato del Río de la Plata y las acciones emprendidas para darle vida efectiva generaron tensiones no resueltas del todo para cuando se desató la crisis de la monarquía en la primera década del siglo XIX. En general, la historiografía reciente suele observar la creación del Virreinato del Río de la Plata con la misma sorpresa que los limeños de la nota 78.[118] Las explicaciones la insertan en el contexto de las “reformas borbónicas”, como una manifestación más de la “segunda conquista de América” o de la “revolución en el gobierno” tendiente a incrementar la explotación de los dominios americanos entendidos como mercados cautivos y fuentes parasitarias de renta (v. Jumar, 2016b). Dentro de ese contexto, el Virreinato del Río de la Plata aparece de la nada y para dar respuesta a una coyuntura específica, idea reforzada por el hecho de que fue creado como provisional en 1776, estableciéndose que permanecería en 1777. La inclusión del Alto Perú en la nueva estructura político-administrativa se suele explicar en función de dotarla de sus recursos, aunque la explicación no parece suficiente ya que desde antes mediante el situado las cajas altoperuanas cubrían los déficits de las que pasaron a formar parte del nuevo virreinato y continuaron haciéndolo con otras que no lo hicieron; son decisiones que se toman en Madrid. Más allá de los motivos, en la corta vida del Virreinato del Río de la Plata siempre hubo tensiones con los poderes altoperuanos y la integración planificada no llegó a cuajar, como lo muestra que las provincias altoperuanas no hayan respondido con la misma mansedumbre que otras al intento porteño por heredar resignificada la soberanía real desde 1810[119].
Finalmente, las fuentes trabajadas ofrecen la posibilidad de hacerse preguntas en torno a la percepción de los individuos de los grandes procesos en los que estaban inmersos al tiempo que sus acciones, inspiradas por objetivos personales como la salvación del alma o el enriquecimiento, eran las que les daban forma. El gran contexto de estas cartas para los historiadores es el ocaso de Antiguo Régimen y para los corresponsales el estado presente de la Monarquía y su rumbo.
Las fuentes abren puertas para abordar la cuestión a través de la forma en que se transmiten las novedades y las reflexiones personales que las acompañan. En los relatos y opiniones que transmite Ruiz Tagle en torno a las rebeliones de los años 1780 no se advierten temores en torno a la perdurabilidad del sistema de dominación y, en términos generales, no parece que los haya hasta que se corta la correspondencia en 1798. Aunque se observa cierto desconcierto, parece el esperable ante la incertidumbre, pero sin que se tema que la sociedad se esté encaminando hacia un cambio profundo de paradigma. Llama la atención que no sea tema de ninguna de las misivas conservadas la independencia de las colonias británicas de América del Norte y que no se desate la alarma cuando la historiografía señala que se desató la crisis general del sistema en Francia. Tal vez, Ruiz Tagle no tenía las luces necesarias para advertir el peligro o no lo pudo ver porque estaba férreamente instalado en el Antiguo Régimen y con santo horror de la modernidad. Tal vez, ante las novedades llegadas de Francia desde 1789 Ruiz Tagle y Prieto y Pulido hasta se hayan dicho, confiados en la Divina Providencia, “ya pasará”.
Felizmente para ellos, que Facundo de Prieto y Pulido muriera en 1798 y Juan Antonio Ruiz Tagle en 1800, al tiempo que los ubica en las últimas generaciones que hicieron su vida por completo dentro del Antiguo Régimen en el mundo hispánico, ahorró a estos dos buenos amigos las amarguras de ver su desmoronamiento.
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Notas